Y cuando vuelven a la comodidad de sus hogares, viene la reflexión. Ver tanta miseria, o tanto sufrimiento, así de cerca, les ha cambiado la vida porque se han dado cuenta de que se puede ser feliz con muy poco, que en la vida hay que centrarse en lo importante, que son dos días y bla, bla, bla. Como si los lugares en los que se vive en la pobreza o en la guerra fuesen una Clínica Buchinger Wilhelmi del espíritu.