La nueva situación política en Catalunya y en España exige una nueva izquierda

El 1 de octubre de 2017 el proceso independentista en Catalunya tocó techo. Forzaron la cuerda y se rompió. El 8 de octubre de 2017 pasará a los anales de la Historia de España como el día que la Catalunya constitucional se levantó y dijo ¡¡BASTA¡¡ al Govern y a sus Moises/es, que desde 2012 a 2017 habían engañado a parte de lo que ellos denominaban “un sol poble. Una sola llengua. Un sol país”. Queriéndoles llevar a una falsa por inexistente “Tierra prometida” “La nueva Dinamarca del Mediterraneo”.

El 27 de octubre de 2017, con la unidad de acción política de los parlamentarios constitucionalistas, la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española paró definitivamente los pies a los mercaderes de ilusiones y a los trileros de feria.

Los responsables del engaño piramidal masivo, fueron puestos a disposición judicial, y sus tribunales dictaron sentencia firme por sedición; prevaricación y malversación de caudales públicos, entre otros muchos delitos.

A fecha de hoy, el mayor responsable del acto sedicioso, sigue fugado de la Justicia, aunque a nadie le cabe duda de que acabará pagando por sus delitos.

La maquinaria del Estado Español, que mal y tarde reaccionó, (tan sólo 3 meses de aplicación del 155, demostraron ser una solemne idiotez que sólo sirvió para que revalidaran sus resultados), se puso en marcha y acabó demostrando que los ciudadanos españoles tenemos la fortuna de pertenecer a un Estado Social y Democrático de Derecho.

Algo a lo que muchos de nosotros dedicamos bastantes años, los mejores de nuestra vida, durante la larga noche de la dictadura fascista.

El que suscribe, fiel a algunas enseñanzas de su juventud marxista, aplicó fielmente la máxima de: “saber distinguir correctamente al enemigo principal del enemigo secundario, y unir todo lo susceptible de ser unido en contra del enemigo principal”.

En medio de una guerra civil denominada la “Larga Marcha” Mao Tse Tung y Chiang Kay Chek, paralizaron su guerra particular y unieron sus ejércitos en contra del invasor japonés, hasta que le expulsaron de China; y una vez liquidada esa guerra, reanudaron las hostilidades hasta que ganó uno de los dos. Ese es un magnífico ejemplo de aplicación práctica de esa enseñanza.

En 2014, después de 45 años de haber priorizado mi activismo político para hacer avanzar las ideas del Socialismo Democrático, entendí que el mapa político había cambiado, y la lucha tradicional hasta ese momento entre derecha e izquierda, había mutado a una lucha entre constitucionalistas y segregacionistas territoriales, étnicos, sociales y económicos. Entre secesión y unidad.

Comprendí, en contra de la opinión de mi partido hasta entonces, el PSC+PSOE, que primero teníamos que vencer a los secesionistas, capitaneados por la extrema derecha más reaccionaria y corrupta de Catalunya, y una vez derrotada, podríamos retomar la lucha contra la derecha estatal para discutir a qué dedicábamos los Presupuestos Generales del Estado, que es donde radica la diferencia práctica fundamental entre derecha e izquierda.

Desde la fundación de SCC, en 2014, me incorporé a esa lucha de los unionistas constitucionales contra los delincuentes divisionistas territoriales, que ya empezaban a acumular condenas de inhabilitación y corrupción por el famoso 3% y las ocultaciones de sus expolios en paraísos fiscales. Se tiraron al monte levantando el pendón de la estelada para ocultar sus delitos, e intentar la impunidad de la Justicia Española con su proyecto de RepubliquetaC@t amb Jutges Catalans, de obediencia exclusiva catalana.

Hoy, a pesar de que hayan revalidado una mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya, el movimiento independentista está en franco retroceso.

Y más que lo estaría si el Gobierno Español no fuera tan melifluo y consentidor, en aras a sus propias necesidades de apoyo parlamentario.

Los independentistas se han apeado del “dret a decidir”, sucedáneo del inexistente “dret a l´autodeterminació” , que el propio Joan Ridao, ex secretario general de ERC, les acaba de decir que es una falacia. La DUI se les ha caído del programa político, y ahora basan el mantenimiento del poder y de sus chiringuitos económicos y sociales, en conseguir que sus presos dejen de cumplir condena.

Los 630.000 votantes que les han abandonado en estos últimos 3 años, son sólo el inicio de lo que ha de venirles encima a medio plazo.

La mayoría parlamentaria que ahora mantienen, 1.300.000 de votos, corresponde tan sólo a un 25% del electorado catalán; muy lejos de los 2.100.000 votos que alcanzaron en 2017.

Si los 760.000 votos constitucionalistas que se han abstenido en las elecciones de 2021 hubieran mantenido la fidelidad de voto, el vuelco habría sido espectacular y habrían perdido el Govern. Y ese es hoy para mí el problema principal por el que hay que redireccionar el foco y todos los esfuerzos.

Pero para ello hace falta otra izquierda. El PSC+PSOE no ha sabido recoger el millón de votos constitucionalistas perdidos por CIUDADANOS.

Sus dirigentes pseudonacionalistas, los que proclaman que “Catalunya ès una nació” y en que “en España hay 8 naciones”. Los que siguen gregariamente riendo las gracias al nacionalismo de la extrema derecha catalana.

Son los mismos que siguen celebrando el 11 de septiembre como “Diada Nacional de Catalunya” por el burdo seguidismo a una tergiversación histórica que pretende celebrar una batalla por la que fabuládamente se perdió una independencia de España, sabiendo que esa independencia nunca existió, y que para más inri Rafael de 3 Casanovas defendía la unidad territorial de España, al servicio del rey austracista Carlos III.

Son los mismos dirigentes, qué al margen de sus bases, siguen llevando flores a un President de la Generalitat que se alzó en armas contra el legítimo Gobierno de la República.

Son los mismos cómplices necesarios de la “Immersió llingüística” y de la marginación del idioma español en una parte de España y del reiterado incumplimiento de las sentencias judiciales que obligan al Govern de la Generalitat a que dé las instrucciones necesarias para que se impartan el 25% de las clases en Español.

Son los mismos que cada vez que llegan al gobierno con la promesa de ayudar a los más desfavorecidos, acaban privatizando empresas públicas estratégicas y aplicando políticas económicas al más puro estilo liberal conservador.

Mientras PODEMOS siga jugando al “izquierdismo enfermedad infantil del socialismo”.

Mientras P. Iglesias siga alentando a los secesionistas comparando a sus cobardes fugados de la Justicia Española, Puigdemont y Comín, con los exilados republicanos machacados por Franco.

Mientras UP siga alentando a BILDU para que Otegui afirme públicamente y arengue a sus huestes con una 3ª vía hacia la secesión, reconociendo que una vez fracasado el intento independentista por medio de la lucha armada de ETA, y el de la DUI de Puigdemont+Junqueras y sus CDR; quieren volverlo a intentar de la mano de P. Iglesias, alentando una reforma constitucional basada en el plurinacionalismo confederalista, para una vez iniciado ese proceso y ya como estados libres asociados, descolgar de España a 10 millones de españoles y al 25% de su riqueza nacional.

Mientras el espacio político de una izquierda española, sin complejos de confesarse como tal, siga vacío, la recuperación de todos esos votos, hoy huérfanos, no será posible.

Es por eso que creo que en estos momentos, todos los militantes de esa izquierda huérfana, que hasta ahora hemos dedicado nuestro esfuerzo activista a la lucha en asociaciones transversales, compartiendo espacio con la derecha estatal, hemos de centrarnos en la construcción de esa izquierda social y política, indudablemente constitucional y territorialmente unitaria. Una nueva izquierda centralista y Jacobina, que defienda de forma radical los postulados de la Revolución Francesa, basados en los valores de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD.

Una nueva izquierda que sea tan firme defensora de las libertades políticas, cómo de los derechos sociales y económicos.

Una nueva izquierda dispuesta, no sólo a no dar un solo paso atrás en las conquistas conseguidas hasta ahora con el pacto social que alumbró el Estado del Bienestar, sino que además apueste denodadamente por ampliar esos derechos hasta garantizar una calidad de vida digna para todos los ciudadanos.

Llevamos 10 años perdidos desde 2011, a la vez que estamos retrocediendo en la prestación de los servicios públicos esenciales. Con recortes en Sanidad, Educación; Cultura; Garantías Laborales y Pensiones, entre otros.

Mientras la clase obrera y los trabajadores en general han visto cómo disminuyen sus sueldos y su capacidad de compra que empobrece su calidad de vida; el número de millonarios en España ha aumentado en un 770% desde la crisis de 2008; entonces había 127.000, y hoy llegan a los 979.000.

Mientras tanto, la pobreza extrema que era de 3 millones de personas en 2008, ha pasado a 4 millones en 2020. Estas dos crisis económicas han alumbrado una nueva clase social, el precariado, que ha sustituido a los mileuristas de principio de este siglo. La situación política ha cambiado.

Ya hemos acabado la fase de guerra de trincheras que ha durado desde 2014 hasta 2021; y ahora viene la fase de guerra ofensiva. Toca avanzar, y para ello hacen falta nuevos “batallones”, nuevos operadores políticos que cubran los flancos, las lagunas ideológicas que deja la izquierda oficial e institucional.

Si finalmente los secesionistas logran formar Govern, y vuelven a pisar las minas que van dejando sus propios actos de irresponsabilidad, volverán a ser condenados e inhabilitados y tendrán que adelantar por enésima vez las elecciones. 4 años no durarán juntos. La marcha del Gobierno de Pablo Iglesias es el anuncio de una separación inminente, que se acelerará si queda por detrás de VOX y Errejón en las elecciones del 4 de Mayo.

Ya hemos acabado la fase de guerra de trincheras que ha durado desde 2014 hasta 2021; y ahora viene la fase de guerra ofensiva. Toca avanzar, y para ello hacen falta nuevos “batallones”, nuevos operadores políticos que cubran los flancos, las lagunas ideológicas que deja la izquierda oficial e institucional.

La presión interna en el propio PSOE, está exigiendo a Pedro Sánchez, con manifiestos y recogida de firmas, que se aleje de Podemos y de los nacionalistas. Si acaba rompiéndose el actual pacto de gobierno entre PSOE y UP, se prorrogarán los PGE de 2021 para 2022, y será inevitable un adelanto electoral.

Esta debilidad de la izquierda oficial e institucional, fruto de sus propias incoherencias y errores, está agrandando un espacio político que ahora está vacío: el de una izquierda nacional unitaria y vocacionalmente constitucionalista que estamos poniendo en marcha. Tenemos 2 años por delante para cohesionarla, fortalecerla y presentarnos como alternativa a las elecciones municipales y generales de 2023.

Artículo de Javier Marín publicado en CatalunyaPress.

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