Tradicionalmente, las democracias han perecido por golpes militares o por revoluciones. En cambio, en nuestros días, un sistema democrático puede destruirse sin disparar un tiro ni derramar una gota de sangre. Ejemplo cercano lo tenemos los españoles, cuando los separatistas catalanes dieron un golpe de Estado, ‘a cámara lenta’, simplemente aprobando en su Parlamento dos Leyes, seguidas de una declaración de independencia de ocho segundos. Todo ello, precedido de patrañas y en contra del Orden constitucional. A este tipo de golpe de Estado, el administrativista Santamaría de Paredes, de principios del siglo XX, lo llamó golpe “por astucia”, es decir, sin violencia física.