En la España actual es difícil explicar una posición que no se encuentre ubicada en los extremos o, por mejor decir, que no traten de ubicarla en los extremos: “Comunismo o Libertad”, “Fascismo o Libertad” y cosas parecidas. Y es que el primer recurso para oponerse a la opinión de un adversario es ridiculizarla, manipularla o exagerarla: en el debate actual, salvo para los hooligans de cada correspondiente secta, casi nada es lo que parece. Los hooligans se lo creen todo. Si argumentas a favor de la reducción del consumo de carne, eres un totalitario que quiere perjudicar al sector cárnico; si la consumes, eres un negacionista del cambio climático. Si pretendes un sistema fiscal justo y progresivo, eres un comunista; si bajas los impuestos en el uso de tus competencias, eres de extrema derecha. Y así todo.