No puedo dejar de acordarme de las pescas masivas de peces del PP para ver si jueces y fiscales anticorrupción conseguían el Gordo. Esas causas generales contra políticos populares, contratistas y funcionarios que se han alargado durante una década y que han acabado en nada.
Las imágenes de detenciones grotescas, de traslados al juzgado con grilletes y paso procesional para no hurtar ni una sola humillación a los encausados. Las portadas de los periódicos y las aperturas de telediarios para que luego no hubiese caso. O, como ha ocurrido recientemente en Baleares, instrucciones con tanta mala fe y prácticas tan dudosas (detenciones arbitrarias, presión a testigos e investigados, coacciones) como para que el juez y el fiscal de la causa acaben siendo procesados.
Los casos a los que me refiero lo eran por malversación. Ni el PSOE, ni Podemos, ni la prensa, ni la opinión pública entraron a valorar si los investigados eran buenas personas (como Griñán) o si el dinero iba al partido o a sus bolsillos.
Y si se pensó que acababa en las arcas del partido, en ningún momento se valoró eso como eximente. Todo lo contrario.
Incluso si se hubiese probado que el fin último de esa malversación era contar con más dinero para una campaña electoral, y de ese modo ganar unas elecciones y poder así cumplir un programa en el que todo eran bondades para los ciudadanos, no hubiese colado.
No. Nunca.
Hasta ahora.