Realmente, no se trataba de su primera vez. Ese mismo año ya había sido hospitalizada dos veces más por otras tantas violaciones. En todas ellas lo había denunciado sin más consecuencias que el protocolo habitual: píldora del día después, tratamiento contra enfermedades de transmisión sexual y denuncia en el juzgado de guardia. Y de vuelta al centro de menores en el que, supuestamente, se cuidaba de ella a falta de una familia que, según los estándares de la Administración, pudiese hacerlo con solvencia.