Pero también para sentirse bien, porque su reino no es de este mundo (pero su estratosférica nómina sí) y porque tanto les da viajar por la geografía imaginaria de C.S. Lewis o J.R.R. Tolkien que por la sangre de Wifredo el Velloso o la gesta de Rafael Casanova, el héroe que nunca fue. Mucho más cómoda la autocomplacencia del que pretende borrar los pecados del pasado, que la incertidumbre del que tiene que hacer frente a los del presente. Muchísimo menos agotador y de resultado más cierto. Sin embargo, nunca fue más verdad que, puestos a jugar a rehacer el pasado, los gestores de hoy son probablemente los descendientes directos de los que, cegados por la ignorancia y posiblemente la envidia, primero desconfiaban y después señalaban y acusaban sin motivo a las mujeres que ahora pretenden redimir.