Ejemplo extremeño

Desde el sábado 29 de enero hasta este pasado jueves día 10 se ha venido desarrollando en los municipios extremeños de Don Benito y Villanueva de la Serena el referéndum para acordar su posible fusión en un único municipio. Jornadas de voto anticipado que culminarán el próximo domingo 20, cuando se celebre la jornada definitiva de voto presencial. Ese día, los 54.000 ciudadanos de ambas localidades con derecho a voto, habrán decidido su futuro, seguir por separado o unirse para formar la tercera mayor ciudad de Extremadura. 63.100 almas cobijadas en una única administración capaz de prestar mejores servicios públicos, disfrutar de mejor financiación y encarar con mayor solvencia el futuro.

Por ahora todas las encuestas y datos apuntan a que se va a superar con holgura la mayoría del 66% requerida. Los plenos de ambos ayuntamientos ya decidieron por unanimidad iniciar este proceso, ayuntamientos plurales con representación de distintos partidos.

Les confieso que según escribo estas líneas no salgo de mi perplejidad. ¿Cómo es posible algo así en esta España mía, esta España nuestra de las identidades divisivas, el derecho a decidir y el qué hay de lo mío? Un proceso presidido por el lema “Yo si me uno”, en el que sus impulsores han dejado para el final lo que siempre nos atasca, el nombre de la cosa, que no será ya la combinación de los dos existentes sino algo nuevo, inédito. Del que resultará qué para gobernar a la misma población donde había 42 concejales ahora solo se necesitarán 25. Que ha sido apoyado públicamente y con actos conjuntos por los tres últimos presidentes autonómicos: Vara e Ibarra del PSOE y Monago del PP. Parece un sueño si, un sueño del que se está hablando muy poco en esta trinchera infinita en la que nos hemos convertido.

Y si en algún lugar debiéramos tomar como referencia el ejemplo extremeño es en Asturias. Esta misma semana el Centro de Políticas Económicas de Esade (EsadeEcPol) publicaba un completo informe sobre la incidencia de la despoblación en España, donde se determina que «no es un fenómeno uniforme». Poniendo de relieve que, entre 1996 y 2020, los municipios rurales de algunas comunidades han crecido, como en Madrid (45%), Murcia (34%) o Cataluña (31%), mientras que en otras regiones han decrecido. Y ahí, en ese preocupante ranking, a la cabeza, de forma destacada, está Asturias con un -26,9%, seguida de Castilla y León (-19,7%), Galicia (-16,9) y Extremadura (-9,6)

Esta Asturias que en unos meses bajara del millón de habitantes, que se aferra con uñas y dientes a una ordenación universitaria disparatada, haría bien en seguir el ejemplo extremeño y abandonar su gran lastre: la pulsión localista que contamina cualquier debate, para optar sin frenos, sin dudas, por estar más juntos frente a un mundo cada vez más grande.

No será por falta de ideas. Alguien se acuerda de aquel magnífico proyecto de Ciudad Astur, de los profesores del CeCodet Fermín Gutierrez, Rafael Menéndez y Jacobo Blanco. La que podría ser la sexta aglomeración urbana de España y la séptima del Arco Atlántico. De las propuestas del profesor Fernando Rubiera para combatir la despoblación y mejorar nuestra ordenación territorial

Donde quedó el que fue proyecto estrella de la legislatura pasada, el Área Metropolitana de Asturias (AMA), comandada por el consejero Fernando Lastra, hoy desaprovechado senador, que el 28 de febrero de 2019, cuando presentaba el convenio que comprometía a las partes, solemnizaba: “Aquí empieza el futuro”. Breve futuro, ya se encargó el nuevo gobierno socialista con la impagable ayuda del Ayuntamiento de Oviedo de meterlo en un cajón.

Y qué les voy a decir de aquel esperanzador pacto (al menos para mí, no puedo ser neutral) del que pronto se cumplirán diez años, por el que el luego presidente Javier Fernández se comprometía con un neófito partido, UPyD, a un detallado estudio del mapa local asturiano antesala de la Ley que abriese la puerta a la fusión voluntaria e incentivada de municipios. Se elaboró aquél estudio por un equipo de profesores de la Universidad de Oviedo, no se pasó de ahí.

Uno podría seguir detallando planes y proyectos, académicos o profesionales, interesados unos, rigurosos otros; pero sigue pesando más esa pulsión localista, ese mirarnos hacia adentro, esa querencia por lo pequeño pero nuestro, frente a lo grande y compartido. El gran lastre que nos ata.

Entre Don Benito y Villanueva de la Serena hay siete kilómetros, mucha mayor distancia que entre Las Vegas y Villalegre, que entre Sama y El Entrego o entre San Juan de Nieva y Salinas. Recorrer esa distancia, sin embargo, requiere de una valentía y una amplitud de miras de las que los dos alcaldes extremeños han demostrado ir sobrados. Atributos, que en Asturias, y aún en España, por mucho que se presuman están por demostrar.

Artículo de J. Ignacio Prendes publicado en El Comercio

Comparte

Share on twitter
Share on linkedin
Share on facebook