‘Peaky blinders’ Barcelona

Si los ‘Peaky blinders’ vinieran a la Barcelona de Ada Colau para ampliar sus negocios y dar el salto al continente europeo se encontrarían con las hormas de sus zapatos, porque bandas de malhechores, alimentadas por la política ‘chorizos-friendly’ de Ada Colau, robarían a Tommy Shelby su reloj de alta gama, su gorra con hojas de afeitar, su bien cortado abrigo, sus pistolas, su pitillera, los cigarros, los zapatos, los calzoncillos comprados en Oxford Street, su carnet de veterano del Ejército y sus dientes de oro, en el caso de que los tuviera. Lo que le harían al resto de la banda de Shelby sería aún peor.

Cualquier banda de los que le parten la cara a un turista, sin media palabra, para quitarle el reloj está mucho más preparada que los Shelby para triunfar en la Barcelona consumida por la delincuencia que ha creado Ada Colau. Tras siete años y pico de cuestionar las leyes democráticas de nuestro país, defendiendo desde la alcaldía la «desobediencia», persiguiendo políticamente a los guardias urbanos que solo quieren detener delincuentes y desmoralizando y privando de efectivos y medios a la policía local los chorizos locales de Barcelona tienen un nivel de preparación y de impunidad que es la envidia de los malhechores de todo el planeta.

Ya tarda Netflix en sustituir «La casa de papel» por «La academia de los manguis», con Ada Colau como maestra de ceremonias en una ficción basada en hechos reales en la que en una casa okupada de propiedad municipal, y en la que el consistorio paga la luz, el agua, el gas, internet, las pizzas y los porros a personas inadaptadas que luchan contra el sistema saqueando al prójimo. En esta ‘academia’ se forma a los futuros dirigentes de una sociedad alternativa en tácticas de «desobediencia» como el tirón a ancianas — con o sin roturas de cadera en las víctimas –, cómo robar un reloj de alta gama a un turista en menos de medio minuto y cómo conseguir que un policía que detiene a un salteador de comerciantes acabe en prisión mientras el chorizo queda libre. Este último curso lo podría impartir un actor asesorado por Jaume Asens, experto en luchar judicialmente contra los cuerpos policiales.

El COE y el gobierno autonómico catalán yerran intentando conseguir los Juegos Olìmpicos de Invierno para Barcelona y el Pirineo, porque la alcaldesa Colau no está por la labor. A ella le molaría mazo montar las Olimpiadas del Choriceo, porque tendría lo que le gusta, «desobediencia» a tope, con miles y miles de delincuentes desafiando las normas del Estado capitalista y opresor en pruebas de velocidad como los «100 metros tirón» o los «800 metros salto de tornos» o el «Triatlón barcelonés» (paliza, navajazo y tiro). Seguro que Zaragoza no pugnaría por este tipo de competiciones «deportivas», dado que es una ciudad bastante más seria que la capital catalana. Y Lambán lo aplaudiría.

La verdad es que comienza a ser cansino el tener que hablar de Barcelona como una urbe dominada por la delincuencia. Pero es que hay que ser pesado y denunciarlo una y otra vez, porque no puede ser que la segunda ciudad de España, uno de los motores económicos de nuestro país, y antaño una metrópoli amable que daba gusto visitarla, se haya convertido en una pesadilla por culpa de una alcaldesa que solo se preocupa del postureo a costa de degradar la convivencia. 

Artículo de Sergio Fidalgo publicado en Ok Diario

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