Pero claro, todas estas cosas sucedían en los tiempos de la vieja política, la de los libros de Clausewittz y las pelis de John Ford, un tiempo mítico en el que sus protagonistas eran sólidos centauros del desierto y en el que más que ganar siguientes elecciones, que también, lo que se pretendía era cambiar la sociedad e incluso a veces -pásmense-, mejorarla.