El resumen de lo que le dijo Íñigo Urkullu a Isabel Díaz Ayuso el otro día en uno de esos desayunos en los que se explayan los políticos, no puede ser más elocuente: lo tuyo, vino a afirmar, es «dumping fiscal», mientras que lo mío es «riesgo unilateral». Tamañas tonterías –falaces, por demás– no han podido enunciarse con menos palabras. Porque, dejémoslo claro, el tratamiento fiscal que practica la Comunidad de Madrid en los impuestos que son de su competencia no es muy diferente del que arbitran las Diputaciones Forales con los de la suya. Con el agravante, además, de que estas últimas han rebajado el tipo nominal del impuesto sobre sociedades, cosa que no ha podido hacer Madrid porque carece de potestad para ello. Así que hay que decirle a Urkullu que lo suyo y lo de Ayuso es más o menos lo mismo; o sea, sin exageración alguna, el ejercicio de la capacidad de autogobierno en materia de impuestos, dentro del marco armonizador del Concierto Económico, en el primer caso, o de la Ley de Financiación Autonómica, en el segundo. De dumping fiscal nada de nada, pues lo mismo podrían hacer, si quisieran, las demás regiones. Hagamos la salvedad, para ser estrictos, de que el Gobierno Vasco carece de competencias fiscales –pues éstas están asignadas a los Territorios Históricos (las provincias)– mientras que el de Madrid goza de ellas.