La primera gran razón para apoyar esta tesis es el extraordinario desgaste que ha sufrido el Gobierno en sus dos años de mandato, un desgaste en el que la pésima gestión de pandemia de la covid-19, un seísmo político cuyas réplicas económicas y sociales explican más cosas que el propio advenimiento de la pandemia, un desgaste que ha ido sedimentando dos efectos electorales enormemente relevantes en un muy corto espacio de tiempo: por un lado, una notable movilización del votante conservador y, por otro, una creciente apatía del votante progresista que, según la encuesta publicada ayer mismo por DB40 para el diario El País, piensa que la gestión de Sánchez no beneficia ni a los desempleados, ni a las personas en riesgo de exclusión social, ni a los pensionistas, ni a los jóvenes, es decir, a sus nichos de voto más relevantes.