El catalanismo se había esforzado durante décadas por generar una imagen de Cataluña como una región moderna, abierta, europea, por contraposición a un Madrid burocrático, conservador, cerrado. Esa imagen había tenido éxito no sólo en Cataluña sino en todo el mundo. Pero en los últimos años Cataluña ha asociado su imagen de forma pertinaz a la tensión, al conflicto y a la violencia. Hemos ocupado portadas y generado malas noticias hasta producir hartazgo y aborrecimiento. Mientras tanto, Madrid ha sabido asociar su imagen al valor de la libertad. Se ha convertido en un símbolo, en un ideal, en un modelo que contraponer a la Cataluña de los pujoles, los rufianes y las colaus. ¿Quién nos lo iba a decir a nosotros, orgullosos catalanes, que acabaríamos deseando mudarnos a la capital?