Así que risas, sí, pero vergüenza también, y mucha. Y preocupación, porque aunque la cumbre de Davos – a la que Sánchez profesa tanta devoción- y sus cosas del 2050, hayan pronosticado que en breve los Estados Unidos dejarán de ser primera potencia mundial, España, frontera sur de Europa, no se puede permitir –y menos en el marco de la OTAN- aparecer ante el resto de aliados casi como una pedanía de San Marino.