Pero más allá de estos tres aspectos, lo que finalmente queda es el mensaje machacón con que la izquierda, coreada por los nacionalistas, nos ha regalado durante los últimos años: que a ETA la venció Zapatero y que, desde entonces, en esto del terrorismo, de lo único que hay que preocuparse es de los islamistas radicales. Corolario de ese mensaje es que los abertzales vascos, incluyendo los que han salido de la cárcel tras largas condenas, pueden ser socios fiables para la gobernación de España —aunque, curiosamente, no lo sean, según los del PNV, para la del País Vasco—. No es otro el sentido de la admisión de Bildu entre los soportes de la gobernación sanchista. Como si no hubiera pasado nada y como si esos abertzales fueran demócratas sin tacha. Acabada ETA, se dice, ya no hay motivo de exclusión. Sin embargo, aún somos muchos los que seguimos percibiendo que muerto el perro la rabia continúa. Y las víctimas del terrorismo, representadas en este caso por la AVT, son seguramente testigos privilegiados de ello, aunque su creciente aislamiento social, propiciado por el gobierno, preludia que, como dijo una vez Albert Camus, están «acabando de llegar al colmo de su desgracia: se fastidian».