Fuimos entendiendo que la persecución no solo se trataba de una amenaza para la convivencia sino el camino al exterminio. Entiéndanme, a un exterminio moderno, selectivo, bien aderezado de propaganda, justificado con victimismo, falsa historia, … Despistante, sibilino, paralizador. Pero además, y no menos trascendental, fue descubrir que el proyecto político por el que se mataba no dejaba de avanzar en la Comunidad Vasca, en la que gobernaba, como si nada grave ocurriera, la ideología que sobrevive a todo: la nacionalista.