Al mismo tiempo, revela la enorme complejidad inter temporal de gestionar aliados y enemigos, ya que una determinada tribu, ejército, población o territorio puede ser un adversario en un momento dado y en pocos años pasar a ser un aliado por haberse convertido en el «enemigo de mi enemigo«. En una época de volatilidad de los razonamientos políticos sólidos y el cortoplacismo, las democracias liberales se debilitan, acudiendo como mucho a la grandilocuencia y el escándalo ante lo que está pasando, pero sin un plan de cómo evitar catástrofes de este tipo en el futuro. Esto se aplica especialmente a países como España, tristemente símbolo de la inconsistencia temporal de su política exterior.