El plan de actuación en la política nacional de Colau, que sin duda se producirá más pronto que tarde, se podría resumir en la “teoría del pepino”. No dudo que exigirá el Ministerio de Agricultura, ámbito en el que la lucha feminista tiene mucho que avanzar. Su primera medida, nada más aterrizar en su despacho, sería prohibir el cultivo del pepino por sus reminiscencias heteropatriarcales. Por supuesto, también el del nabo y el calabacín, vegetales que representan la masculinidad tóxica. Las grandes revoluciones comienzan por elementos simbólicos que marcan el camino desde el inicio: así que tocaría subvencionar el cultivo de patatas, papayas, higos y brevas, frutos del campo más progresistas y adaptados a la nueva normalidad del gobierno PSOE-Podemos.