Fue por todo esto y por la participación de mis padres en esas mismas manifestaciones que un fin de semana, de madrugada, nos lanzaron tres cócteles molotov al balcón de casa, sin otro resultado que nuestro firme propósito de seguir adelante. Al parecer, a los líderes de Basta Ya les gustó mi contestación a los autores del atentado, quienes me acusaron de militar en el PP para justificar lo injustificable. Esta fue mi respuesta: “Podemos entender de dos maneras diferentes el atentado sufrido: como una equivocación, un error más en la larga lista de errores cometidos por la kale borroka, o como un acierto, en el sentido de que han atacado la vivienda que pretendían. Si estamos ante el primer caso, queremos solidarizarnos con la persona a la que pretendían atemorizar y reiterar que nadie debe ser acosado por defender unas ideas tan legítimas como cualquier otra. Si nos encontramos ante el segundo caso, cosa que sospechamos, exigimos a los saboteadores que expliquen las verdaderas razones del acto, y que no mientan”. Sea como fuera, no lograron nada, y seguimos participando en todas las manifestaciones que se convocaron contra ETA, del mismo modo que antes. No nos movilizamos contra ETA porque nos atacaba sino que nos atacó porque nos movilizábamos contra ella. Y justo después de eso, recibí una llamada de Basta Ya invitándonos a mí y a mis padres a viajar a Estrasburgo a recoger el premio. Me apunté sin dudar medio segundo.