El problema es que, en verdad, estamos cayendo en una especie de ‘profecía autocumplida’ tecnológica que impactará en nuestras vidas, modificará nuestra cosmovisión y, en cierta forma, nuestra propia ontología. Naturalmente, con este artículo no pretendo atacar el progreso científico y tecnológico, únicamente quiero alertar sobre la necesidad de humanizar la tecnología, de invertir los términos y poner delante las necesidades del ser humano y de las sociedades democráticas, de pensar el qué y el para qué, no solo el cómo.