Esos son los problemas que preocupan a los ciudadanos y, para bien o para mal, en varios de ellos influye, y mucho, la política. Nunca me ha gustado generalizar, por eso no se me ocurrirá arremeter contra toda una profesión que, bien entendida, es el máximo exponente de servicio público y trabajo por la ciudadanía. Pero a menudo me planteo qué características debería tener el buen político y, al compararlas con muchos en activo, siento una gran desazón.