No es nada sencilla la tarea de un régimen de partido único de permanecer en el poder y, ni mucho menos, ser capaz de instrumentar una economía cada vez más de mercado, pero dominada por una institución política monolítica, con una concentración de poder cada vez mayor sobre su actual líder (el presidente Xi Jinping) y sin contestación política consistente de ningún tipo. La combinación entre una institucionalidad económica de mercado y una institucionalidad política dictatorial se ha producido en diversas ocasiones a lo largo de la Historia en distintos países, siendo la antesala de un proceso de transición democrática. Sin embargo, blindar esta situación sólo es posible si el partido único tiene la capacidad intergeneracional de controlar una masa crítica de la sociedad con dos métodos: por un lado, la desactivación de posibles activismos políticos, especialmente de los jóvenes y, por otro lado, una política continua de ‘palo y zanahoria’ en materia de derechos y libertades, con movimientos lentos pero sin retorno en territorios más hostiles como Hong Kong o Xinjiang.