Las muy legítimas protestas contra la desmesurada, frecuente y arbitraria violencia empleada por la policía de algunas ciudades contra ciudadanos de raza negra fueron aprovechadas por manifestantes extremistas que, instrumentalizando la honesta indignación popular, intentaron arrasar la propia historia de su país. No tuvieron interés en contextualizar, como se dice ahora, la historia, sino que la pisotearon, olvidándose que en el pasado encontramos el imprescindible contraste que necesitamos no sólo para saber quiénes fuimos, sino para saber cabalmente quiénes somos. Esa radicalización iconoclasta e ignorante, que terminó arrasado símbolos históricos como diversas estatuas de Colón o de Fray Junípero Serra, no contó con el aplauso y el impulso del Partido Demócrata, pero sí obtuvo la simpatía de diversos dirigentes de ese partido.