La economía del separatismo

Societat Civil Catalana acaba de publicar una muy interesante recopilación de textos referentes a la economía secesionista. Titulada «Consecuencias económicas del separatismo», esta antología recoge 50+1 artículos publicados por un amplio elenco de economistas, a lo largo de las tres últimas décadas, en los que se analizan críticamente las raíces del discurso nacionalista sobre las supuestas bondades de la independencia y se examinan las eventuales consecuencias que pudieran derivarse de ésta en orden al decaimiento de la economía catalana y al empobrecimiento relativo de los habitantes del Principado. No mostraré aquí, en la parquedad de esta columna, los nombres de los autores reunidos en la publicación porque serían insuficientes las líneas de que aún dispongo. Pero sí resaltaré los que figuran en su inicio y en su final. El primero no es otro que Ernest Lluch, quien, ya en 1992, recién celebradas las Olimpiadas de Barcelona, se preguntaba si realmente Cataluña estaba siendo expoliada, tal como sostenía públicamente Jordi Pujol apelando al déficit fiscal. Su respuesta era muy clara: ese déficit no era sino la contrapartida del superávit comercial de Cataluña con el resto de España, de manera que —señalaba— «si no tuviéramos esta solidaridad fiscal no tendríamos un mercado que pudiera asegurar la venta de nuestros productos». Eso es todo. Pero, premonitoriamente, Lluch advertía que «la queja continuada» —la que más adelante se transformaría en el «Espanya ens roba»— se acabaría convirtiendo en «amonal ideológico». Es precisamente a ese amonal explosivo al que se refiere el último texto de la publicación que, aunque no haya sido escrito por un economista, resulta pertinente. Se trata del discurso en el que el Rey Felipe VI, el 3 de octubre de 2017, puso las cosas en su sitio al resaltar que la pretensión de proclamar la independencia había «quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho» y era «la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña». Entre ambos extremos —Lluch y el Rey— el lector encontrará cómo el falso paradigma nacionalista da paso a la certeza de que «el procés ens roba».

Columna de Mikel Buesa publicada en La Razón 

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