Lo que vino después no pasó de faena de aliño, más bien mediocre y mal rematada. No porque el morlaco careciera de casta, sino porque el diestro no pasaba de maletilla poco entrenado y peor enterado. Don Grande-Marlasca se aturulló mencionando por lo genérico las medidas sociales, económicas y financieras del gobierno, sin desplegar su catálogo ni hacer mención de sus virtudes individuales en los terrenos micro y macroeconómico, de manera que no pudo dar la novedad de ningún dato sobresaliente ni anunciar alguna esperada medida de alivio a los damnificados por la crisis. En vez de eso, se limitó a afirmar que lo que el gobierno ha hecho es tan «importante» que ha «permitido que el tejido productivo parara lo mínimo imprescindible». Menos mal que ha sido así —añado yo— porque si no la reducción de la actividad económica, en vez de habernos hecho retroceder dos décadas, podría haberse situado en el nivel medio siglo antes. Total, qué más da habernos quedado a la cola de Europa, porque, sostiene don Grande-Marlaska, ahora que se han aprobado los Presupuestos Generales del Estado —«refrendados por el Congreso y el Senado», dice, desvelando así su supina ignorancia del procedimiento presupuestario— y que tenemos a nuestro alcance los dineros comunitarios, «se dispone de los instrumentos necesarios para poder enfrentar 2021 con muchas esperanzas». Tantas —añado yo por mi cuenta— que resulta inexplicable el retroceso de los indicadores de compra con tarjetas de crédito de los españoles o la espectacular multiplicación del ahorro, batiendo todos los records precedentes e inmovilizando en cuentas corrientes una buena parte de los recursos financieros de los que disponen las familias y las empresas. ¿Cómo es posible que, habiendo tan grandes esperanzas, los españoles que todavía cuentan con posibles no quieran rascarse el bolsillo por si acaso? No nos precipitemos, porque don Grande-Marlaska aún no ha expresado una teoría al respecto, tal vez porque se le ha atascado la lectura de Keynes y no le han hecho mella sus ideas sobre la «trampa de la liquidez». Pero ha amagado con ella aludiendo a un factor exógeno —la vacuna— con cuya «llegada podemos tirar adelante». Grandioso si no fuera patético.