La hipocresía del independentismo catalán

Los independentistas catalanes que creían haber sido supuestamente espiados por el CNI (según un informe sobre cuya calidad, rigor e incluso veracidad ya existían dudas más que razonables y que las últimas informaciones cuestionan aún más) se mostraban indignados ante la supuesta actuación de un Estado al que atacaron gravemente y con el que intentaron romper ilegalmente. Y, como es habitual en ellos, ante el presunto espionaje al que fueron sometidos, atacaron al Estado, pusieron el grito en el cielo, se mostraron ofendidos, invocaron principios democráticos que ellos sistemáticamente pasan por alto y exigieron al resto que respeten la ley que ellos rechazan y vulneran a diario.

Y, a continuación, exigieron comisiones de investigación, dimisiones, ceses y que «rodaran» cabezas», especialmente la de la ministra de Defensa, Margarita Robles, lo más digno de este indigno gobierno. Su objetivo es permanente: aprovechar cualquier circunstancia para erosionar las instituciones democráticas y desprestigiar a España para, a continuación, justificar nuevas propuestas radicales y extremas que les permitan obtener nuevos réditos políticos; y, si es posible, declarar nuevamente la independencia. Y si no es posible o viable declararla, seguir viviendo del cuento de ser nacionalistamodus vivendi de muchos grupos políticos en España, negocio que te permite obtener tratos de favor, ventajas políticas y privilegios económicos.

Las funciones del CNI son «facilitar al Gobierno informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de Derecho y sus instituciones». Obviamente, lo que se haga debe hacerse conforme a la ley y, en su caso, con permiso judicial, ya que el fin no justifica cualquier medio. Y quien tenga pruebas de que en algún momento pudiera vulnerarse la ley, lo que debe hacer es presentarlas cuanto antes, en lugar de hacer victimismo, otro de los habituales ejercicios del nacionalismo de cualquier pelaje. En todo caso, que el Estado debe protegerse de quienes pretenden derribarlo es una obviedad política que no cabe cuestionar. Y es mejor espiarlos legalmente que pactar con ellos.

«Los independentistas, con el apoyo cómplice de populistas, equidistantes y mediopensionistas, pisotearon en el Parlamento de Cataluña los derechos de la oposición democrática»

En el fondo, es lo de siempre. Los independentistas, para alcanzar su inmoral objetivo de romper el Estado y la convivencia entre españoles, vulneraron la ley y la Constitución Española y llamaron a la violencia. Los independentistas, con el apoyo cómplice de populistas, equidistantes y mediopensionistas, pisotearon en el Parlamento de Cataluña los derechos de la oposición democrática, aprobaron leyes inconstitucionales y declararon solemnemente la independencia de Cataluña, por mucho que después rectificaran para intentar evitar la cárcel. Después amenazaron con volverlo a hacer y hoy día siguen vulnerando la legalidad vigente e incumpliendo todas las sentencias del Tribunal Supremo. Son una especie de burgueses rebeldes que actúan como niños mimados y macarras antisistema (y que me perdonen los macarras antisistema).

Ante tales hechos, pretenden que el Estado mire para otro lado, se mantenga de brazos cruzados e incluso y les ponga una alfombra roja; que es, por cierto, lo que se ha hecho durante demasiados años y en demasiadas ocasiones por parte del Gobierno de España. Pero el Estado no puede ceder ante sus enemigos, sean estos muchos o pocos, por lo que debe estar atento a posibles actuaciones ilegales que puedan estar preparando. Los independentistas catalanes tienen la piel muy fina. Y muy poca vergüenza.

Artículo de Gorka Maneiro publicado en Vozpópuli

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