En el neo lenguaje diseñado a fuego lento por la llamada «izquierda abertzale» se utiliza la libertad como el primer día. Un concepto noble del que se apropiaron desde los primeros asesinatos: la libertad del pueblo vasco. Después, la libertad de los presos políticos. La libertad de los que eligieron matar en vez de no matar. La libertad de los que deciden no revisar su pasado, para qué. La libertad de expresión o de lo que sea y a costa de quien sea. Una libertad que básicamente significa la perversa aspiración de controlar la de los demás. El vigilante del secuestrado en un zulo, esa es la imagen. El vigilante está allí porque ha querido, entra y sale, tiene su familia, sus proyectos más o menos, pero siente que es únicamente su vida libre la que tiene el valor suficiente, en absoluto la de los demás. Él y su «pueblo» tienen que ser libres y no importa el cómo, lo conseguiremos. Torturar, robar, matar, a nadie le gusta, pero el sacrificio merecerá la pena. Por la libertad del «gran proyecto» siempre hay que controlar muy de cerca la libertad de los demás. Solamente los «elegidos» saben qué nos conviene al resto.