Constaba de 33 páginas y tres anexos, elaborado a finales de los 80 y que Pujol presentó a su Consejo en el verano del 90. Ahí está, punto por punto, todo lo que vino después: la afirmación del nacionalismo sobre el Estado a través de la educación, la lengua y la cultura, la acción exterior, el empresariado, los medios de comunicación, la historia… Antonio Robles, que escribe lo concerniente al Programa 2000 en este Libro negro del nacionalismo no duda en hablar de una «nacionalización de las mentes», «la peor pesadilla de Orwell» e incluso «un verdadero Gran Hermano con ínfulas de Mein Kampf». Lo curioso es que, a pesar de filtrarse a los periódicos, el programa se mantuvo intacto y fue ejecutado por Pujol con «formas ladinas, simuladas, y la paciencia de un depredador sigiloso, ocultando los objetivos supremacistas que la sociedad catalana de ese tiempo jamás hubiera aceptado», añade Robles. Eran los tiempos de Kobi y la ciudad de los prodigios, de cuando Pujol podía ser, era, el Español del Año, y PSOE y PP hablaban catalán en la intimidad. Nadie pudo o quiso imaginar que 25 años después el supremacismo fuese religión en buena parte de los catalanes.