Los liberales alemanes como ariete para recuperar el rigor fiscal

La conformación que se va conociendo del nuevo Gobierno alemán no despeja demasiadas dudas sobre cómo será el funcionamiento en la práctica del Ejecutivo, pero sí da una señal muy potente de cuáles serán las principales líneas políticas, siendo la más importante la instrumentación de una política procrecimiento y sostenible. Eso sí, el concepto ‘sostenibilidad’ en todas sus acepciones (medioambiental, social, calidad democrática y económica), empezando precisamente por la económica. Ése es el principal cometido del que será el nuevo ministro de Finanzas, el líder de los liberales alemanes: Christian Lindner.

Tras años de abandono consciente de la defensa en la Eurozona de las reformas estructurales y el rigor fiscal por parte de Merkel, el nuevo Canciller Olaf Scholz tendrá que afrontar las primeras consecuencias de esta relajación, empezando por cómo gestionar los enormes desequilibrios que la crisis COVID-19 va a dejar en las Haciendas de los países periféricos (especialmente España e Italia). Pero también empezará a notar los primeros efectos de las políticas nacionales y europeas en materia energética, alimentaria o industrial, entre otras, adoptadas en los últimos años y que ahora se encarecen notablemente por una escalada inflacionista que en una parte sustancial tiene naturaleza estructural, la facilidad con la que se pueden romper en determinados momentos las cadenas globales de valor (evidenciando la fragilidad de la globalización) y la asimetría en el reparto de los costes y beneficios de los cambios políticos que puede llevar a revueltas sociales.

De esta situación tan distinta a la que ha vivido la Canciller Merkel en estos últimos años (ha disfrutado de los beneficios de su política aperturista en materia migratoria, de rechazar la energía nuclear haciéndose muy dependiente de combustibles fósiles hasta ahora muy baratos o de repartir billones de euros gracias a una política monetaria ultra expansiva) ahora tiene que hacerse cargo el nuevo Canciller Scholz, el cual tiene que articular un difícil equilibrio entre los Verdes y los Liberales, representantes cada uno de un porcentaje relevante de la sociedad alemana, y defensores de posturas que desde el punto de vista económico son difíciles de conciliar.

En este sentido, la apuesta política de los socialdemócratas es la de crear contrapesos entre verdes y liberales con un «árbitro» en medio que es el SPD con siete ministerios, algunos de ellos vacíos de contenido por tener competencias transferidas a los lander. Los cinco ministros que tendrá Die Grüne (especialmente la cartera de Economía y Cambio Climático) irremediablemente tendrán que acomodar sus tesis a lo que es posible y deseable en términos de política económica, la cual estará concentrada en los cuatro ministerios del FDP. Siendo cierto que se ha producido un cambio sociológico notable en el votante alemán de clase media-alta, el cual ahora está más preocupado por el cambio climático o por la calidad de los hábitos de vida, no deja de estar inquieto por la inflación, las presiones sobre los salarios o el cambio del modelo productivo.

Ha llegado el momento de diseñar políticas económicas que sean realistas y deseables frente a estrategias meramente declarativas con difícil encaje en la realidad. La ambición europea climática, digital y social no puede llevarse a cabo sin una estrategia económica que preserve la competitividad de las exportaciones alemanas, un modelo económico rentable y viable a medio y largo plazo y todo ello construido desde la base de una revolución tecnológica. En definitiva, se necesita de una política estructural de oferta para poder hacer viable la doble transición ecológica y digital.

En la nueva era política alemana, esta responsabilidad va a recaer especialmente sobre los liberales. Es el momento de aplicar su discurso de estabilidad presupuestaria, control de la deuda y recuperación de la disciplina monetaria en la Eurozona. Pero también es el momento decisivo para influir en un mejor equilibrio y contrapeso en la política climática europea, especialmente a la hora de definir qué es «verde» y qué no lo es (la Taxonomía de Finanzas Sostenibles), y tras la COP26 de Glasgow, qué ayudas públicas (sean subsidios o beneficios fiscales) a fuentes de energía fósil se consideran «ineficientes» y cuáles no. Precisamente ésta es la primera discrepancia entre los socios de Gobierno, con el SPD defendiendo la inclusión del gas, frente a la oposición de Die Grüne de la inclusión de la energía nuclear como energía «verde».

Con esta conformación de Gobierno en Alemania, estamos más cerca hoy que ayer de una recuperación pronta del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, pero incluso quizá antes de allanar el camino para una normalización monetaria a la cual el tándem Lagarde-Guindos se oponen ferozmente a través del que se nombre como sucesor de Jens Weidmann al frente del Bundesbank. La capacidad de influencia de Alemania es clave en este aspecto.

En suma, el nuevo ejecutivo germano es una fiel representación de que el partido no se va a jugar en los próximos años en el terreno tradicional izquierda-derecha sino que se jugará entre liberales e iliberales, entre aquellos que sean capaces de instrumentar una política de sostenibilidad racional, equilibrada y realista, frente a aquellos que quieran permanecer en posiciones dogmáticas y de «ecologismo de salón».

Artículo de Javier Santacruz publicado en elEconomista.es.

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