El rostro crispado, la lágrima asomando (no por la emoción, sino por la rabia), el despecho, y la ironía como último recurso. Me voy, aunque no lo merezca, me voy porque ganan los malos, me voy para no entorpecer este proyecto progresista de país y bla, bla, bla. Me voy para que los míos no se queden sin sueldo.