Mónica Oltra se va, Teresa se queda

El rostro crispado, la lágrima asomando (no por la emoción, sino por la rabia), el despecho, y la ironía como último recurso. Me voy, aunque no lo merezca, me voy porque ganan los malos, me voy para no entorpecer este proyecto progresista de país y bla, bla, bla. Me voy para que los míos no se queden sin sueldo.

Respetando la presunción de inocencia que ella nunca concedió a los del PP valenciano, ¿es acaso Mónica Oltra la guardiana de
un marido enfermo? ¿Es la responsable de sus perversiones? ¿Tiene la culpa de que Luis Eduardo Ramírez Icardi abusase sexualmente de una niña de trece años?. La respuesta probablemente es no. Pero ni por eso se la ha imputado, ni por eso se ha visto obligada a irse muy a su pesar.

Hubo una niña, Teresa. Vulnerable, de las que nacen con las cartas marcadas, carne de reformatorio, de esas que no acatan las reglas, a las que no hay que creer porque mienten por vicio (ya se sabe, viniendo de dónde vienen, son todas iguales, no tienen remedio).

La Consejería a cuyo frente estaba Mónica Oltra la tutelaba, le daba amparo, cumplía el papel que sus padres no ejercían, cuidaba de ella. Eso creía. El lobo protegiendo a las ovejas. El lobo de Oltra.

En cuanto la niña lanzó la acusación contra el que era el marido de la por entonces consejera de la cosa, las hermana, yo sí te creo miraron primero para otro lado y luego la emprendieron contra ella. No sé si sólo fue porque el agresor era el marido de Mónica Oltra o porque, como en Baleares, esas niñas les dan igual.

Lo más probable es que pesaran ambos motivos. Había que proteger a toda costa la carrera política de la jefa, y tanto a Mónica Oltra como a sus subordinadas, Teresa les importaba poco o nada. Una más en esa maraña de niñas sin remedio, un obstáculo. De hecho, si lo que decía era cierto, a saber si era ella quien había provocado con sus mañas de niña mujer al incauto Ramírez Ricardi.

Una orden de alejamiento que se ignora durante 41 días, Teresa yendo a declarar esposada y custodiada por dos agentes, el encargo y ejecución de un expediente informativo para desacreditar a la niña y encubrir al abusador, todo el aparato de la Consejería contra ella. Hermana, yo sí te creo. Bueno, a ti no.

Y cuando ya no hay dudas sobre las correrías nocturnas del ya exmarido de Mónica Oltra, cuando prueba a prueba, testimonio a testimonio, se conoce el papel de la Consejería de Igualdad, de sus cargos políticos (mujeres todas) y de los funcionarios, y cuando finalmente el Tribunal Superior de Justicia valenciano imputa a Mónica Oltra por el presunto encubrimiento de los abusos de su exmarido a una menor tutelada, llegan las reacciones, a cual más vergonzosa.

La fiesta de apoyo de su partido, el baile agónico de Oltra vestida toda ella de naranja Compromís, festejando ¿qué?. Las dudas de Ximo Puig, cuyo hermano, Francis, también está imputado. Las presiones del diputado Joan Baldoví a Puig y a Pedro Sánchez.

Puig que deja caer a Oltra.

Oltra que cae. Oltra que dimite.

Y las lecturas de los hechos resumidas en la salud del pacto del Botánico, en si podrán mantenerlo e incluso volver a reeditarlo. Y todo con el telón de fondo de la bofetada a la izquierda (no sólo al PSOE) en Andalucía. ¿Y la niña? ¿Le preocupa a alguien?

Y luego las reacciones de las/los/les adalides del nuevo feminismo, empezando por la siempre vigilante ministra de Igualdad. Apoyo sin paliativos, sin dudas, sin fisuras. No a Teresa, sino a la presunta encubridora de su verdugo.

Sola y borracha quiero volver a casa. Teresa ni estaba sola ni estaba borracha, pero aun así cayó en las manos de un depredador.

Sólo sí es sí. ¿En qué momento esa niña de trece años dijo sí? «En el caso de los niños, las violencias sexuales también son fruto de
relaciones de poder determinadas por el orden patriarcal, tanto en el ámbito familiar como en otros ámbitos de tutela adulta» (Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual, Exposición de motivos).

La ley de Unidas Podemos, la de Irene Montero, su ley. «Hoy, Mónica Oltra ha anunciado su dimisión. Deseo que reciba el agradecimiento y cuidado colectivo por esta decisión» (Irene Montero, ministra de Igualdad).

«Hoy, Mónica Oltra ha dado un ejemplo de generosidad y compromiso con su pueblo. Le deseamos lo mejor y le agradecemos todo el camino recorrido juntas» (Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030). Teresa no ha cobrado la indemnización que le corresponde por los abusos sufridos. Ese dinero no los borraría de su mente, pero le arreglaría la vida. El Gobierno valenciano se niega a pagar.

Cuando a los 18 años salió del centro, no se le facilitó ninguna ayuda. Menos aún se le dio una disculpa.

Junto con su pareja, empezó a trabajar en un hospital privado de Torrevieja. Pero, a los pocos meses, el Gobierno valenciano (el de la ya exvicepresidenta Mónica Oltra) convirtió el centro sanitario en público y les despidió a ambos. Pero ¿saben? A pesar de todo, Mónica Oltra se va y Teresa se queda.

Artículo de Gari Durán publicado en El Español

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