Mientras tanto, –me temo–, lo que seguiremos es en una dinámica donde el independentismo no solo no renuncia a sus pretensiones maximalistas sino que mantiene su poder intacto, su agenda de décadas de ocupar todos los espacios públicos disponibles, de politización y captura de las instituciones, de clientelismo respecto del sector público, medios de comunicación y parte de la sociedad civil, de falta de respeto a las leyes y a las sentencias que no les gustan y, en definitiva, invisibilización política de los ciudadanos no independentistas. Lo que viene siendo una deriva iliberal. A la vista, ciencia y paciencia de un Gobierno nacional que necesita su apoyo, como lleva sucediendo muchos años. Y no, no parece que estos temas vayan a salir en ninguna mesa de negociación.