¿Negociar para la foto?

En la Fundación Hay Derecho solemos denominar “legislar para la foto” aquellas normas que los políticos elaboran con bastantes prisas y poca técnica para atender a una demanda de la opinión pública que consideran importante, pero que no suelen ser nada fáciles de solucionar en poco tiempo y sin mucho conocimiento y debate. Por eso se suelen sacar de la manga textos declarativos, muy largos y escasamente jurídicos donde lo más importante es sacarse una foto muy sonrientes con el Boletín oficial del Estado. Hay muchos ejemplos.

Pues bien, después de la primera reunión de la mesa de negociación (o de diálogo) entre el Gobierno de España y el de la Generalitat (o más bien una parte de él) la impresión que tengo es la misma. Se trata de “negociar para la foto” –como bien dice el Presidente del Gobierno ya es algo que puedan hacérsela– y de ganar tiempo de cara a sus respectivos electorados.

ERC no puede renunciar a la autodeterminación ni a la amnistía y el Gobierno no puede concedérselos porque, más allá de consideraciones técnico-jurídicas y constitucionales, esta renuncia o esta concesión sería letal para sus respectivas perspectivas electorales. Que es, al final, de lo que estamos hablando, para qué nos vamos a engañar. Lo de solucionar el conflicto territorial o, para ser más exactos, el conflicto entre catalanes independentistas y no independentistas, aunque ahora estén liderados por el PSC, ya queda para otra temporada. Así que pensar que de esa mesa pueda salir algo más que muchas buenas palabras y otras cuantas fotos más me parece mucho esperar.

Y es que intentar negociar fuera de las instituciones lo que no es posible conceder dentro de las instituciones porque no se ostentan las competencias o/y no se alcanzan las mayorías necesarias no resulta nada fácil, se reúna quien se reúna. Y en este caso las instituciones son básicamente el Parlament de Catalunya, con mayoría independentista, pero sin competencias para organizar un referéndum de autodeterminación (legal) y decretar una amnistía y el Parlamento Nacional, donde los independentistas son una exigüa minoría, aunque con la indudable fuerza que representa el que la estabilidad del Gobierno de coalición dependa de ellos.

Lo que el Gobierno podía hacer por su cuenta, que era conceder los indultos (aún en contra del criterio del Tribunal sentenciador con el consecuente desgaste para el Estado de Derecho en Cataluña) ya lo ha hechoY no hay nada más. Es cierto que se ha criticado mucho al PP de Mariano Rajoy por no haber “hecho política” y haber judicializado la crisis catalana, pero siendo verdad que el Gobierno de entonces se refugió en los Tribunales de Justicia y procrastinó todo lo que pudo, lo cierto es que tampoco se lo pusieron fácil los procesistas, cuya pretensión desde el principio fue alcanzar la independencia desbordando todos los marcos institucionales y todas las reglas democráticas. No creo que eso vaya a cambiar ahora, la verdad, por lo menos en el discurso.

Porque no podemos olvidar que sus respectivos competidores (dentro y fuera del Gobierno) no se lo van a poder nada fácil. Quizás el principal mérito que ha tenido la concesión de los indultos y la celebración de la mesa haya sido precisamente el enfrentar a los independentistas entre sí, con los extremos (Junts y la CUP) deseando que su socio de coalición fracase en su apuesta por la renuncia a la vía unilateral y por un referéndum pactado. Pero el Gobierno central tampoco lo tiene nada fácil con la oposición, basta ver las reacciones airadas ante lo que, después de todo, no ha sido más que una charla sin demasiada trascendencia de fondo, aunque se haya avanzado bastante en las formas.  

En cuanto al resto de los temas de “la agenda del reencuentro” (ampliación del Prat, inversiones en Cataluña, etc, etc) la realidad es que son temas que perfectamente pueden tratarse fuera de la mesa de negociación. De hecho, es mucho más razonable y efectivo que se traten entre los responsables de cada área y en reuniones “ad hoc” como se hace habitualmente con otras CCAA. Otra cosa es que se quiera dotar a la mesa de algún contenido práctico para evitar la sensación que se puede producir con cierta rapidez de que reunirla no sirve de mucho.

Mientras tanto, –me temo–, lo que seguiremos es en una dinámica donde el independentismo no solo no renuncia a sus pretensiones maximalistas sino que mantiene su poder intacto, su agenda de décadas de ocupar todos los espacios públicos disponibles, de politización y captura de las instituciones, de clientelismo respecto del sector público, medios de comunicación y parte de la sociedad civil, de falta de respeto a las leyes y a las sentencias que no les gustan y, en definitiva, invisibilización política de los ciudadanos no independentistas. Lo que viene siendo una deriva iliberal. A la vista, ciencia y paciencia de un Gobierno nacional que necesita su apoyo, como lleva sucediendo muchos años. Y no, no parece que estos temas vayan a salir en ninguna mesa de negociación.

Artículo de Elisa de la Nuez publicado en Crónica Global

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