No era el primer atentado islamista, pero sí el que comenzó a tejer en la sociedad occidental un sentimiento tan primario, persistente y fácil de invocar como es el miedo. Al Qaeda, Jabhat al-Nusra, Daesh, Boko Haram, Hezbolá, nos son ya nombres familiares. Del mismo modo que Irak, Afganistán, Siria, Irán, Nigeria, Libia o el Magreb forman parte de nuestra geografía particular, como hace décadas lo fueron otros escenarios de guerra y violencia. Los atentados de París, Londres, Berlín, Barcelona, Bruselas y tantos otros ocurridos en suelo europeo nos han enfrentado al hecho de que hemos construido una sociedad en la que no estamos a salvo. Pero, sobre todo, conocer el origen y las circunstancias de sus autores, ni nacidos ni llegados de lejanos países, sino de nuestros propios barrios.