Los argumentos para persistir en una política monetaria expansiva se han ido reduciendo de manera paulatina en los últimos años. Pero aun así, el consenso mayoritario en materia económica y monetaria defendía la intervención monetaria como un mecanismo de apoyo al crecimiento a coste cero, ya que no había ningún riesgo de inflación. Todo ello se hacía bajo un presupuesto implícito que era la práctica imposibilidad de que la inflación volviera a estar presente. Se creía que la revolución digital, la eficiencia creciente de los procesos productivos, el crecimiento moderado de los salarios y poder adquisitivo en los países occidentales, la acumulación de deuda pública o la dificultad de canalizar la expansión monetaria hacia el mercado vía crédito, eran argumentos más que suficientes para pensar que viviríamos un proceso de deflación más o menos moderada.