Pero no podemos renunciar a incorporar a nuestro imaginario colectivo como sociedad dos realidades innegables. Por un lado, la clara derrota de los terroristas a manos de nuestro Estado de Derecho. Por otro lado, el recuerdo y el reconocimiento de tantas personas que sacrificaron los más valioso que tenían, su vida, para defender los derechos y las libertades de todos. Repetiremos cuantas veces sea necesario que en este país, sí, hubo quien decidió matar para obligarnos a sentir y a ver el mundo de una determinada manera, sí, quienes los jalearon y quienes callaron. Pero que hubo también quienes cada día lo arriesgaban todo para defender, no solo su propia visión del mundo, sino el derecho de todos los ciudadanos a tener y a expresar la suya propia. Estos dos elementos, la victoria de la democracia y el papel de nuestros héroes se erigen como imprescindibles pilares sobre los que asentar nuestra convivencia democrática.