Reincidencia

Acaban de hacerse públicas unas recientes manifestaciones de la Vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Diaz, decidiendo eliminar determinados nombres del Libro de Oro de la Medalla al Mérito del Trabajo y pidiendo a la vez disculpas en nombre del Gobierno de España a todas las víctimas del franquismo. (sic)

Parece ser que esta decisión obedece a lo que el Gobierno entiende como “clamorosa demanda de la mayoría de españoles”, como así interpretan estos jóvenes que nos gobiernan desde hace ya mucho tiempo, al pretender reescribir la historia reciente de España, con leyes como la de Memoria Histórica y Memoria Democrática, aprobadas por unas mayorías parlamentarias, sí, pero sin ningún consenso nacional, que hubiera sido deseable.

Medidas como ésta, del Libro de Oro del Ministerio de Trabajo, absolutamente intrascendentes en cuanto a sus efectos en la vida real de los españoles y que resulta difícil entender el interés efectivo que puedan tener en la coyuntura actual española, pueden contribuir, sin embargo, a desconcertar en algunos casos y cabrear innecesariamente en otros, a todos aquellos españoles que lloraron amargamente la muerte de Franco, y a otros muchos que pudieron no hacerlo, pero que, por ejemplo,  estudiaron en las Universidades Laborales y disfrutaron de aquella oportunidad para hijos de trabajadores, que no está disponible hoy.

Evidentemente todas esas medidas pueden hacer felices a aquellos que descorcharon champán a la muerte de Franco y no aceptaron la Reconciliación Nacional, que trataba de dejar en el olvido todo aquel periodo de la Dictadura y propiciar una convivencia apacible entre todos los españoles. 

Ese Libro de Oro corresponde a una época que no tiene nada que ver con la actual y solo tiene un interés “arqueológico”. 

También tendríamos que hacer desaparecer de nuestra historia a Fernando VII y a muchos más personajes relevantes, pero están ahí para eso, para que la historia los juzgue. 

Muchos de la generación de la posguerra nos opusimos a Franco pero estamos encantados de nuestra infancia y juventud, nos reconocemos perfectamente en ellas y no las tenemos como unas etapas oprobiosas de nuestra vida. Fuimos muy felices en ellas, aun siendo hijos de obreros y pasando estrecheces, en un régimen policial y sin libertades, pero que no fue lo mismo en los años 40 que en los 60 y 70, y desde luego mucho mejor que la Cuba de Fidel y sus sucesores, por poner alguna referencia que en tiempos nos cautivó. 

Todo esto no lo entienden muchos jóvenes de hoy con enormes responsabilidades políticas, que quieren convencernos de que nuestra vida fue horrorosa. 

¡Qué sabrán ellos!

No fue la vida en Democracia y Libertad por la que muchos luchamos y que afortunadamente conseguimos, pero tampoco la vivimos en una mazmorra ni en un “gulag”.

Matizar y ponderar adecuadamente no es cosa de los jóvenes airados de hoy con responsabilidades políticas. 

Y, por favor, que no nos digan que esas leyes aprobadas ominosamente son necesarias para honrar la memoria de los represaliados y asesinados del franquismo, porque eso se debe y puede hacer con la sensibilidad necesaria para no generar ningun conflicto ni confrontación en España.

De todas formas ya se sabe que en esto no coincide mucha gente que se supone de izquierdas y que en su día apoyó con entusiasmo la Reconciliación Nacional y cantaba emocionada con Ana Belén aquella Oda vibrante sobre ese asunto. 

¡Ay, si Carrillo levantase la cabeza! 

Con la decidida firmeza que apoyó la Transición y la Reconciliación Nacional, lo que asimismo parecía que aprobaron todas las fuerzas políticas de entonces, esencialmente el PSOE y la UCD.

¡Todo ha cambiado mucho desde entonces y algunos de los partidos de hoy no parecen sentirse concernidos con el concepto y la actitud mas hermosos de nuestra historia, la Reconciliación Nacional!

Algunos fuimos críticos con Carrillo porque no supo “ agiornar” el PCE y convertirlo en un partido Socialdemócrata al estilo del PCI, que entonces era el modelo de referencia de partidos comunistas europeos y acabó convertido en el Partido Demócrata Italiano, pero estuvimos plenamente identificados con Carrillo durante la Transición y entonces era totalmente gratificante votar al PCE, que se había destacado en la lucha contra el franquismo y parecía que iba en esa dirección renovadora.

Desde el 81, se acabó todo. 

¡Qué historia, la de aquellos renovadores del PCE!

Y qué sensación más triste y agotadora tener que seguir reflexionando así ante personas como Yolanda Diaz, militante del PCE de hoy, que en otros aspectos podrían ser gentes de izquierda afines con las que construir, con mucha menos beligerancia, más inteligencia constructiva y más mano tendida, una sociedad mejor.

Miguel Ángel Derqui

Ingeniero Industrial 

Miembro de Consenso y Regeneración 

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