Sobre la Amnistía y el libre uso de las lenguas vernáculas en el Congreso

En el contexto de los debates que se están suscitando de cara a la investidura del que haya de ser el Presidente del próximo Gobierno de España, al no disponer de la mayoría parlamentaria necesaria ninguno de los aspirantes, se están produciendo manifestaciones tendentes a lograr esa mayoría, entre las que en este momento destaca la de proclamar una Amnistía, esencialmente dirigida a los políticos responsables de la declaración de independencia de Cataluña en 2017 y muy particularmente a los que se fugaron para librarse de la aplicación de la Ley que sus actos provocaron.

En este contexto se ha publicado recientemente en La Vanguardia un atemperado artículo de Ivan Redondo abogando por la declaración de Amnistía al encontrar que no existen argumentos jurídicos y constitucionales en contra y que esta acción sólo podría tener efectos positivos, en Cataluña y para la configuración de un Gobierno en España que se viene en llamar “de progreso”.

No es muy difícil valorar que Redondo solo incide en una parte de la argumentación, la que resulta favorable a la proclamación de la Amnistía, pero se supone que una medida así requiere, al menos, una voluntad de convivencia por parte de los amnistiados en el marco de la propia Constitución que, en su caso, permita esa Amnistía. 

No parece que sea esa la actitud de convivencia  con el resto de españoles que muestren los supuestos beneficiados de la amnistía.

Da la impresión de que los que defienden la plurinacionalidad de España, y con ella la amnistía, no reparan en que los destinatarios de esa amnistía no están de acuerdo con esa forma de entender la plurinacionalidad, porque niegan la mayor, que es la propia España. Ellos han mostrado claramente, sin ningún matiz ni eufemismo, que, y ahora hablamos solo de Cataluña, pero Bildu y el PNV dicen lo mismo para Euskadi y el BNG para Galicia, que ellos pretenden que sus tres Comunidades sean totalmente independientes de España sin ningún tipo de unión federal con ella, lo que pretenden conseguir con una mayoría de sus paisanos en referéndum, sin ninguna participación del resto de españoles, a los que no les conceden arte ni parte en este asunto.

En fin, que parecería razonable que cuando se propugne una amnistía se marquen algunas condiciones de convivencia futura para la misma.

Es lo que pasó en la Amnistía de la Transición, que hubo un acuerdo de reconciliación y convivencia pacífica, de encuentro y cooperación entre todos los españoles.

Proclamar ahora una amnistía sin condiciones es decirles a los amnistiados, “Estimados compatriotas, tenéis vía libre para seguir adelante con vuestros objetivos separatistas. Este Gobierno seguirá intentando ofreceros soluciones de encuentro convivencial, como hemos venido haciendo sin mucho éxito hasta ahora, pero reconocemos que es a vosotros a los que os corresponde decidir, inclusive por todos vuestros paisanos que no están de acuerdo con vuestros planteamientos secesionistas».

Y, claro, todo esto les va a sentar muy mal a los catalanes, vascos y gallegos contrarios a la secesión y, por supuesto, a una parte muy significativa del resto de españoles.

Como dice Redondo y ha quedado demostrado el 17-8 en la constitución de las Cortes, hay una mayoría de diputados, que se supone representa a una mayoría de españoles, que defienden decididamente la plurinacionalidad de España. Está bien, pero no es ese el caso de los parlamentarios secesionistas que están aprovechando la actitud de los plurinacionales para progresar en su línea hacia sus objetivos separatistas.

Una decisión de este calado requeriría un amplísimo acuerdo en España.

Difícilmente lo aceptaría el PP, aún cuando ha quedado palpable que hubiera intentado pactar con el PNV y con JUNTS, antigua CIU, como tradicionalmente ha hecho, igual que el PSOE y los partidos que integran SUMAR, si esos partidos secesionistas le hubiesen dado “bolilla” al PP. Pero no ha sido así. Que se sepa no le han hecho ningún caso. 

O sea que, lamentablemente, no se vislumbra ninguna posibilidad de síntesis constructiva en lo que hace a la posible amnistía, salvo que pudiese haber alguna solución no traumática derivada de la manifestación de alguna voluntad de convivencia con el resto de españoles por parte de los amnistiados.

Por otra parte, Javier Cercas nos ofrece un artículo en El País Semanal del 20-8 en el que se muestra decididamente a favor del uso del catalán en todas partes de España y por supuesto en el Congreso.

Aunque del tema lingüístico en España ya se han expuesto suficientes tesis y antítesis, no hemos sido capaces de encontrar una síntesis integradora que nos permita una salida constructiva a esta conflictiva situación.

En el artículo citado, Cercas, hace planteamientos en los que se mezclan propuestas muy razonables con otras que difícilmente lo son. 

Tiene toda la razón en que no hay que dejar que el catalán lo defiendan solo los secesionistas, como tampoco el euskera, el valenciano, el balear o el gallego, pero no se puede decir que las instituciones españolas operen contra esas lenguas a las que Cercas quiere ver en los aeropuertos, trenes y estaciones, etc.. de toda España, como pasa en esos sitios en sus regiones, aunque no en todas las lenguas vernáculas de España, sino solo en la propia de la Comunidad y en Español.

A nadie mínimamente razonable le puede parecer mal que en institutos y universidades de España se ofrezca voluntariamente y potencie el estudio de esas lenguas, y probablemente habrá que articular estas medidas de una forma más eficaz, lo que también debería hacerse en la Cataluña actual, dominada en la enseñanza por los catalanistas, en relación al euskera y gallego, porque, sin duda estaría muy bien que en España hablase mucha gente el catalán, para disfrutar de la lectura en su lengua de los escritores que cita Cercas, como en gallego para leer a Rosalía y Castelao o en euskera, desde luego no con mucho interés, al declarado racista, supremacista, Sabino Arana. 

Como algunos mantenemos recuerdos muy gratos de las entrañables relaciones personales y profesionales que en tiempos no muy lejanos existían entre todas las regiones de España, en cuyo contexto, por ejemplo, muchos estudiantes de ingeniería industrial hacían la carrera a caballo entre Barcelona, Bilbao y Madrid, donde entonces estaban las tres Escuelas Superiores, sin ningún tipo de inconveniente. Era lo mismo estudiar en una Escuela que en otra. Igualmente en el ámbito profesional, lo que dio lugar a que muchos profesionales de todo tipo vivimos temporadas muy significativas, por ejemplo en Barcelona, lo que nos permitió aprender bastante catalán de forma natural y fruto de la buena convivencia, por lo que no nos cuesta excesivo trabajo entenderlo, aunque en las relaciones de todo tipo que mantuvimos allí, no tuvimos nunca ningún problema de hablar en español. Eran otros tiempos, claro. 

Con esto se quiere decir que es natural conocer y hablar en los idiomas regionales cuando se está suficiente tiempo en relación con esas regiones, pero lo que pretende Cercas de naturalizar esos idiomas en cualquier circunstancia y ámbito español, parece también forzar artificiosamente mucho las cosas, lo que probablemente tendría efectos contraproducentes contrarios al objetivo buscado.

En el Congreso todo el mundo sabe hablar español pero, por ahora, no todos hablan las lenguas regionales, de manera que para entenderse lo más natural es hacerlo en español que no es una lengua impuesta sino general y voluntariamente conocida por todos. 

Cuando se reúnen los líderes de Bildu y ERC, difícilmente se comunicarán entre ellos en euskera y catalán, lo harán en español o inclusive puede que lo hagan en inglés o francés para mostrar su desprecio al español.

En fin que si un diputado de ERC o JUNTS quiere que le entiendan, lo natural es que hasta que el resto de diputados hable catalán, cordialmente se debería comunicar en español, pero si menospreciativamente quiere diferenciarse y significarse, hablará en catalán, exponiéndose a que sus oyentes se vayan del hemiciclo o que se inhiban, lo que no hace mucho al buen entendimiento entre los diputados. 

Dejémonos de circunloquios. Si de lo que se trata es de entenderse, antes que de significarse, lo mejor es que con toda cordialidad lo intenten en su lengua común, que no es la lengua del imperio sino la de todos los españoles, muy democrática y constitucional, con la que, además, normalmente se comunicarán con todos los hispanoamericanos y demás hispanohablantes del mundo.

De lo anterior pudiera deducirse que tiene mucho sentido que se fomente de forma armoniosa y ordenada el conocimiento de las lenguas vernáculas de España en todas las regiones de la misma, lo que sin duda sería muy enriquecedor y en el caso del gallego nos aproximaría mucho a un mejor entendimiento con nuestros más que vecinos, portugueses, pero hasta que ese conocimiento no sea real, no parece tener mucho sentido la propuesta de Cercas de que se expresen en el Congreso en sus lenguas vernáculas los diputados que quieran hacerlo, ni obviamente que tengan que usar pinganillo el resto como si el Congreso fuese la ONU o el Parlamento Europeo.

O sea que la situación está resultando agotadora y muy poco atractiva para los que estamos muy lejos de los planteamientos de unos y otros partidos políticos, anteriormente citados, que obviamente somos una inmensa minoría, a la que al menos nos gustaría percibir un poquito de voluntad de Consenso y un mínimo de voluntad Regeneradora, en el ámbito social y político, para propiciar una mejor actitud de entendimiento y encuentro que pueda mejorar la convivencia entre españoles.

Artículo de Miguel Ángel Derqui. 

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