Porque, en nuestra Constitución, el Jefe del Estado es solo una figura simbólica digna de todo respeto y consideración, porque es la representación institucional de España, como nación integradora, y quien ostenta esa dignidad en la actualidad, es una persona con una formación integral, inteligencia emocional y práctica, ponderación, equilibrio y ejemplaridad, difícilmente mejorable, hoy, por un hipotético presidente de república. Por otra parte, en la operativa institucional, el Jefe del Estado, hoy, no tiene forma de ejercer mínimamente la capacidad arbitral y equilibradora que le otorga la Constitución y que probablemente ayudaría bastante en el contexto político actual.