Weidmann y el cambio de era económica y monetaria en Alemania

La renuncia de Jens Weidmann como gobernador del Bundesbank anticipa el cambio de rumbo político en Alemania y, con él, de las instituciones que han definido a lo largo de las últimas tres décadas el destino no sólo de la principal economía europea sino también del conjunto de la Eurozona. El considerado principal ‘halcón’ de los bancos centrales que tienen como moneda común al euro, se marcha dejando un legado difícilmente repetible, en una época particularmente compleja para defender el rigor de la política monetaria y habiéndose politizado completamente la gestión de la oferta monetaria, colocando como presidente y vicepresidente del BCE a dos exministros y figuras políticas relevantes en Francia y España, respectivamente.

Es evidente que las tesis de Weidmann y de los representantes en el Consejo de Gobierno del BCE cercanos a su postura no han triunfado. Pero esta derrota primero frente a Draghi y ahora frente a Lagarde, incluso frente al TJUE en su pelea contra el Tribunal Constitucional alemán (no sabemos si es definitiva o en los próximos años se puede producir un cambio total de postura conforme la inflación se pueda convertir en un fenómeno permanente y amenazante para el crecimiento y la sostenibilidad financiera del área del euro) hace que no exista hueco para posturas como la de Weidmann. Sin miedo a equivocarnos, Weidmann posiblemente ha tirado la toalla antes de que las circunstancias obliguen en la Eurozona a retornar a la senda de la estabilidad monetaria.

Pero volviendo a la clave alemana (que es lo verdaderamente relevante), el ya exgobernador del Bundesbank representa un cambio de era institucional, política y económica tras décadas de consenso ininterrumpido de socialdemócratas y liberales desde la reunificación de Alemania en 1990. Weidmann de hecho era uno de los últimos del grupo de economistas y políticos que han protagonizado las grandes reformas teutonas y la construcción de la unión monetaria hasta hoy. Pertenece al grupo que tomó responsabilidades inmediatamente posteriores a personalidades como el primer economista jefe del BCE, Jürgen Stark, el recientemente fallecido expresidente del Consejo de Expertos Económicos que asesoran a la Cancillería, profesor Juergen B. Donges, o el expresidente del prestigioso Instituto IFO Hans-Werner Sinn, entre otros.

Este grupo ha ido retirándose, dejando paso a otras figuras con enorme potencial como Isabel Schnabel, quizá la persona más parecida en el pensamiento de Weidmann en este momento en el consejo del Bundesbank. Es del tipo de perfiles que pueden encajar con el nuevo ciclo político, en el cual los liberales tendrán un peso importante en materia económica, pero será de una forma muy distinta a la Alemania anterior a 2017-2018. Pero, al mismo tiempo, este tipo de perfiles encaja con el cambio de rol que el Bundesbank protagonizará en los próximos tiempos.

Después de dar por perdida la batalla de la ortodoxia monetaria, ahora tiene un cometido tan importante como el de la propia estabilidad de precios como es la estabilidad financiera del que es el principal acreedor de la Zona Euro. Alemania debe preocuparse ahora de su posición acreedora más que de seguir insistiendo en cambiar el rumbo de la política monetaria del BCE. Cumplir esta misión colmará de trabajo al sucesor de Weidmann, además de convertirse de facto en el guardián de la estabilidad monetaria de toda Europa. También puede tener un rol secundario de apoyo a los países ‘frugales’, los cuales han demostrado capacidad relevante de torcer el brazo en ciertos momentos a las instituciones europeas, tal como ocurrió entre mayo y julio del año pasado con la negociación del Next Generation en la Comisión Europea.

El saldo acreedor de Alemania contra el Eurosistema es actualmente de 1,04 billones de euros según los últimos datos publicados por el Banco Central Europeo (BCE) al cierre de agosto del sistema de compensaciones de pagos y liquidaciones en euros TARGET 2. Si a ello se suma la posición acreedora de otros ‘frugales’ como Finlandia, Luxemburgo u Holanda, el saldo acreedor se eleva a 1,44 billones, frente a una posición deudora del resto del Eurosistema de 1,07 billones. Estas cifras hablan por sí solas en cuanto al grave problema que las finanzas alemanas tienen con el resto de los países. Hasta la fecha, se consiguió un pacto implícito mediante el cual la política de tipos cero y facilidad extrema de liquidez neutraliza los riesgos de incumplimiento de los países más endeudados. Sin embargo, en el momento en que se empiecen a producir tensiones financieras derivadas de la recuperación de las reglas de Maastricht en 2023, sumado a un proceso inflacionista persistente, puede provocar un serio problema a Alemania.

Por ello, casi en la práctica, el nuevo gobernador del Bundesbank será el director de recuperaciones y reestructuraciones de un gran banco que tiene que procurar evitar el deterioro de la salud financiera de sus deudores. Esta labor cuadra bastante con la actitud del que puede ser el nuevo Gobierno y en particular el nuevo Canciller. La ‘solidaridad’ alemana, pero con exigencias. Algo que dura el tiempo que transcurre sin que se produzcan grandes tensiones financieras.

Artículo de Javier Santacruz publicado en elEconomista.es.

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