Con motivo del décimo aniversario del fin de la violencia terrorista de ETA, Arnaldo Otegi procedió a realizar una declaración institucional de esas que, al escribirlas, se miden hasta las comas. En ella, además de agradecer a “aquellos que apostaron de manera valiente y arriesgada por las vías exclusivamente pacíficas”, es decir, a los miembros de ETA que decidieron no seguir cometiendo actos terroristas, y de recordar “el inequívoco carácter estratégico de la decisión adoptada”, se refirió a las víctimas del terrorismo (se entiende que a los familiares de los asesinados o a los que sobrevivieron) para “trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido”, decirles que “sentimos su dolor” y asegurar que “nunca debió haberse producido”. Reconoció que “el pasado no tiene remedio” y aseguró que “sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades”. Finalmente, solicitó una “solución integral a los presos de ETA”, es decir, su excarcelación sin cumplir sus condenas por los crímenes cometidos, y exigió “la resolución democrática de nuestro problema nacional” ya que “somos una nación que debe ser respetada y reconocida”, que es tanto como pedirnos al resto que abdiquemos de nuestras ideas y les demos la razón para que Euskal Herria alcance definitivamente la independencia.