En este sentido, el problema (y grave) sería que, ante cualquier acontecimiento imprevisto de alto impacto negativo, el suministro de alimentos, luz, agua, gas, combustible o teléfono e internet se interrumpiera de manera generalizada como sí ocurre en amplias zonas de países del centro y norte de Europa, a priori más ricas que la Península Ibérica y más acostumbradas a fenómenos climatológicos adversos en invierno.