¿Y si el precio de la luz no es el problema?

Las oscilaciones en los precios de la electricidad son inevitables dada la composición del mix en cada momento y de las tensiones de la demanda. Precisamente porque la energía es el bien más importante, hay que evitar tanto su escasez como la extrema volatilidad de sus precios. Tenemos que reflexionar sobre el impacto que en ambos casos tiene el mix y sobre todo sobre el impacto de limitar las energías de respaldo al gas y convertir esa energía en un cuello de botella mundial.

El sistema eléctrico se convierte en el foco de atención fundamental de la opinión pública sólo cuando se produce una importante subida del precio de la electricidad. El resto del tiempo se da por hecho un funcionamiento correcto, más aún si durante las épocas ‘normales’ se consigue reducir al menos de manera mínimamente palpable la factura de los consumos domésticos.

En menos de un año hemos pasado de un extremo a otro en términos de demanda. Tras la caída histórica de la demanda de electricidad durante el confinamiento estricto de España por el coronavirus, ahora se están produciendo repuntes significativos de la demanda debido a la borrasca Filomena’ Para un país con un sistema eléctrico poco interconectado, es todo un reto que siempre técnicamente se consigue por mucho ruido interesado que se genere en torno a los precios.

Los sistemas eléctricos, gasistas, combustibles, telecomunicaciones y la cadena alimentaria son infraestructuras críticas a prueba de bombas en España. Se puede sin duda mejorar su funcionamiento, comprender su enorme complejidad y reformar lo que no funciona correctamente con una mirada holística. Pero debemos partir de la evidencia empírica y ésta es cómo en los momentos más difíciles, los suministros más básicos no dejan de funcionar de manera general, aunque lógicamente con problemas puntuales.

En este sentido, el problema (y grave) sería que, ante cualquier acontecimiento imprevisto de alto impacto negativo, el suministro de alimentos, luz, agua, gas, combustible o teléfono e internet se interrumpiera de manera generalizada como sí ocurre en amplias zonas de países del centro y norte de Europa, a priori más ricas que la Península Ibérica y más acostumbradas a fenómenos climatológicos adversos en invierno.

Parecería como si estas commodities estuvieran garantizadas per se, cuando para su garantía es necesario un esfuerzo enorme y en su mayor parte invisible para el gran público (no digamos ya para muchos políticos, gurús y lobbistas) en inversiones, tecnología, recursos y, sobre todo, no entorpecer la libre concurrencia de los actores con regulaciones absurdas y cambios que sólo actúan de manera parcial y desequilibran el sistema.

«Parecería como si estas commodities estuvieran garantizadas per se, cuando para su garantía es necesario un esfuerzo enorme y en su mayor parte invisible«

Por ello, aunque pudiera parecer lógico, el problema no es el precio de la electricidad en un momento de tensión del mercado como está sucediendo en este momento. Sin embargo, en estos últimos días se han multiplicado las apariciones de ‘expertos’, piezas periodísticas, viejos lobbistas y gurús que buscan una especie de ‘piedra de toque’ para explicar por qué están subiendo los precios de la electricidad, intentando buscar responsables y casi siempre encontrándolos no en el caos regulatorio en el que vive España desde mediados de la década de los 2000 sino en las compañías eléctricas o resucitando viejas teorías del pasado como la de los windfall profits.

Estamos en pleno proceso de transición energética, cuyo diseño y aplicación actual está permitiendo un fuerte impulso de la generación renovable, pero al mismo tiempo, desmantelando otras fuentes de energía como la nuclear o el carbón, incluso reducción también de la hidráulica.

Este movimiento simultáneo y no gradual ha dejado a un lado la importancia de las energías de respaldo, cargando el peso en fuentes de generación que tienen cada vez más cargas en forma de impuestos, derechos de emisión de CO2 y reconfiguración del mercado a nivel global como es el caso del petróleo o el gas. En España, la diversificación de la oferta de gas hacia Estados Unidos frente a la tradicional dependencia de Argelia tiene una lectura positiva, pero al mismo tiempo negativa en momentos de tensión como está ocurriendo en los últimos días.

Incrementar el porcentaje de renovables es objetivo prioritario, pero coordinado con fuentes de generación de respaldo que estén disponibles a coste factible y eficientes para asegurar la continuidad del suministro amortiguando la subida de precios mayoristas cuando el viento o el sol desaparecen por factores climatológicos o estacionales en momentos de tensión de la demanda. De esta forma, el recurso a energías más caras (y que tienen un riesgo elevado de encarecerse más en los próximos años) que en el margen fijan el precio de la luz será menor.

Fuente: https://blog.energybrainpool.com/en/trends-in-the-development-of-electricity-prices-eu-energy-outlook-2050/

También para reducir un fenómeno que veremos creciente en los próximos años como es la volatilidad de los precios mayoristas, donde será muy fácil pasar de un extremo (0 €/MWh) al otro (100 €/MWh) en función de la época del año.

Si a ello se añaden los efectos del cambio climático y tener temperaturas y fenómenos climatológicos extremos con más frecuencia, estas oscilaciones extremas serán habituales y pondrán a prueba a los sistemas eléctricos. Por ello, es imprescindible planificar el sistema eléctrico que reduzca la probabilidad de grandes volatilidades en los precios mayoristas y su traslación a los precios tanto para el consumidor como para la industria.

Fuente: https://blog.energybrainpool.com/en/trends-in-the-development-of-electricity-prices-eu-energy-outlook-2050/

La otra gran cuestión es el mecanismo de precios. Un sistema de precios ‘marginalista’ no es en modo alguno la causa de un encarecimiento de los precios. Así lo atestiguan diversas experiencias en los últimos años, donde gobiernos de diferente signo político pusieron en marcha reformas expropiando vía impuestos la retribución de mercado de las diferentes energías y la redefinición de los indicadores de precios de la electricidad minorista. Nada de esto ha tenido efectos positivos relevantes sobre el suministro eléctrico, más bien al contrario.

La incertidumbre regulatoria ha hecho un enorme daño y en muchas ocasiones irreparable en materia de atracción de inversiones y seguridad jurídica. Por mucho que en términos teóricos se puedan diseñar precios al consumidor que intenten reducir la volatilidad y reducción de los costes a los consumidores, sin una planificación ordenada del mix de generación y los mecanismos para reducir la volatilidad no será posible mecanismos de precios robustos que den confianza y certidumbre a los consumidores. De no hacerse así serán fuente de frustración, conflictos sociales y campo para el populismo energético.

Tribuna de Javier Santacruz publicada en El Español

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