En España, más allá del uso del espacio de todos en fiestas y tradiciones, hemos sufrido esa falta de neutralidad de algunas administraciones, enrareciendo el ambiente de la ciudad, tolerando su apropiación por grupos sociales excluyentes y hasta la violencia, en vez de garantizar el derecho al uso democrático del espacio público, a la tolerancia y al derecho a ejercer como ciudadanos a quienes quieren vivir en la ciudad sin exclusiones. Lo hemos visto en Cataluña, en el País Vasco, en Navarra y en Valencia a través de las representaciones (monolitos) de ese absurdo e inflamado alcalde llamado Ribó. Estamos ante un signo de decadencia de las instituciones y de los poderes público que nos parece intolerable.