Pero dejaron la violencia, entre otras razones, porque la sociedad ya se parecía bastante a lo que ellos aspiraban. Gracias a su «lucha» la construcción de un país más nacionalista fue posible neutralizando a la parte no nacionalista, que hoy coexiste traumatizada, endeble, temerosa, contemplativa. Porque al matar y extorsionar, alteraron, además, el censo electoral a su favor expulsando mediante amenaza de muerte a miles de familias y, lo más importante, consiguieron anular la resistencia incluso de Gobiernos españoles inconstantes o blandos o, peor aún, comprensivos y negociadores.