A vueltas con la Constitución

Últimamente vivimos en un permanente cuestionamiento de la validez de nuestra Constitución, al menos en su contenido íntegro.

Yo creo que, formalmente, la Constitución la aceptan todos los partidos nacionales, UP, Más País, PSOE, C’s, PP y VOX y eso, al menos, debería suponerse que pudiese crear un escenario de debate y entendimiento entre ellos, inclusive para acometer las Reformas que cada uno propugna.

Los partidos independentistas abiertamente rechazan la Constitución. No es que quieran reformarla, es que sus miembros no tienen ningún interés común con el resto de españoles, ni ninguna voluntad de convivir con ellos.

Es difícil resolver este dilema, porque creo que no deberían estar en el Parlamento Nacional, donde se ventilan intereses nacionales de los que los independentistas se sienten ajenos.

Sin embargo, creo que ellos tienen un determinado interés, perverso, desde mi punto de vista, en el funcionamiento de sus Regiones y, quizás, podría arbitrarse un determinado tipo de participación de estos independentistas en sus Regiones, pero también entiendo que sería aceptable siempre que se expresara sin ánimo beligerante hacia sus vecinos.

En cualquier caso, es muy difícil organizar la convivencia con quien no quiere convivir contigo y hace todo lo posible por arruinarte la vida. Pero también se puede entender que los independentistas han de tener derecho a convencer a sus paisanos, mediante métodos democráticos, de la conveniencia para ellos de separarse del resto de España, y si lo consiguen, pues tenemos un problema como el que tenemos en Cataluña y el País Vasco y que cada día se va agudizando en Navarra, Valencia, Baleares, Galicia… y al paso que vamos, el Cantonalismo de la Primera República se va a quedar en un juego de niños…

Para mí, el asunto de las “Nacionalidades y Regiones” que contempla la Constitución, es un verdadero embrollo, fruto del revuelto siglo XIX y del “romanticismo“ con que se encaró la Transición.

En fin, grave problema el de los independentistas, que se agudiza cuando democráticamente llegan al poder tras unas elecciones en sus Comunidades, poder que utilizan para ir socavando todos los elementos de unión con sus paisanos no independentistas y con el resto de españoles.

Cuando esta actuación superidentitaria llega a un nivel de flagrante incumplimiento constitucional, no hay otra opción que aplicar el artículo 155 de la Constitución de una forma firme y decidida durante el tiempo necesario para revertir esa situación de conflicto social y asegurar un funcionamiento institucional y social acorde con la Constitución.

Pero lo de los partidos nacionales es otro cantar. Ahí ya, lo que se ventila es, resumiendo, cómo resolver hoy, los conflictos de clase tradicionales, para lo que algunos partidos extremistas recurren a argumentos, también tradicionales, apoyados en agresivos enfrentamientos verbales que apuntan a posibles y violentos enfrentamientos físicos; y ahí ya la tenemos armada otra vez, porque eso fue lo que sucedió en la Segunda República.

Cualquiera puede ver quien propende a esos enfrentamientos que pueden derivar en algo que la mayoría de españoles no quiere, pero a lo que se está dejando arrastrar de forma inconsciente. Y eso se ve claramente en los resultados electorales.

A veces dan ganas de intentar crear una plataforma política transversal en donde cupiesen los españoles templados y equilibrados, ya fuesen socialdemócratas, liberales o conservadores, para defender democráticamente todos juntos nuestro Estado Constitucional, frente a los embates de los que se declaran constitucionales pero que con su comportamiento demuestran que no lo son.

Esto puede estar bien teóricamente, pero en la práctica política resulta muy difícil que funcione. No hay más que ver los fracasos de UCD en la Transición y recientemente de UPyD, en donde fue imposible que conviviesen socialdemócratas y liberales y también de C’s en donde durante un tiempo convivieron socialdemócratas, liberales y conservadores, hasta que se centrifugó a los socialdemócratas, el propio líder se inclinó hacia los conservadores, por más que se reclamaba de liberal al estilo decimonónico, y finalmente todos los conservadores se están yendo al PP.

¿Será que no sabemos convivir si no tenemos uniformidad de pensamiento aun cuando pueda haber un objetivo común?

Desde luego, en el interior de un partido político es difícil porque se plantean objetivos políticos dispares, pero entre partidos políticos diferentes, sí que debieran ser posibles acuerdos de gobierno para resolver situaciones esenciales para la convivencia y estabilidad del bienestar del país.

Ay, la educación….esa es la clave para una buena convivencia, organizada sobre el respeto a las ideas de los demás, aun cuando se combatan democráticamente esas ideas…

Y ahí es donde nos encontramos en España con la plataforma intelectual, social y política, no partidista, que se llama Consenso y Regeneración, en la que analizar, debatir y proponer soluciones que ayuden al diálogo constructivo que permita una convivencia armoniosa y equilibrada entre todos los españoles…

Artículo de Miguel Angel Derqui.

Comparte

Share on twitter
Share on linkedin
Share on facebook