Me atrevo a traducir esta idea en terminología orteguiana. Una nación, entonces, no es primero “proyecto”, sino que antes es “circunstancia”, es el “mundo político” al que hemos sido “arrojados”. Y mundo, para Ortega, es límite, pero es también siempre posibilidad creativa. “Mundo es el repertorio de nuestras posibilidades vitales. (…) Representa lo que podemos ser; por tanto, nuestra potencialidad vital”. La nación, podríamos decir entonces, es el ámbito sociocultural y político que nos es transmitido, y que se nos ofrece como interpelación y posibilidad. No es algo que inventemos, sino algo que nos encontramos, que nos ha sido transmitido como repertorio de actuación. Pero no es algo cerrado. El mundo o la circunstancia, para Ortega, nunca están cerradas. Siempre son invitación, diálogo creativo con las personas.