Ahora, en plena precampaña electoral en Castilla y León (donde la cosa ha dolido), tanto Garzón como su candidato embarran el campo con sofismas del tipo las “macrogranjas” (sean lo que sean) son malas y, dado que en eso estamos todos de acuerdo, ¿dónde está el pecado en lo que dije? Y el caso es que, a tenor de toda la información que a partir de sus palabras, se publica estos días sobre las “macrogranjas” en España, habrá que acabar dándole la razón y, de paso, las gracias.