Los catalanes lograron salir del ensimismamiento, se produjo una diáspora por tierras de España, conquistaron económicamente la Corona de Castilla, se colonizó Sierra Morena, renovaron las artes de pesca en Galicia y Andalucía, dominaron los mercados americanos, se establecieron catalanes en las ciudades de la meseta. Campomanes soñaba en la transformación de España adaptando las instituciones catalanas: «Cataluña predicó a las otras Españas el evangelio de la redención por el trabajo». Sin embargo, la pérdida de las colonias, la incomprensión de Castilla hacia la catalanidad (su lengua y su cultura), provocó a inicios del siglo XX el retraimiento, la mirada nostálgica hacia una idealizada e inexistente Cataluña medieval, que se tradujo en una insensata aversión a participar en el gobierno del Estado. Y nació el nacionalismo y su insaciable discurso de afrenta.