Cataluña en el espejo del Círculo de Economía

Por primera vez en la historia del Círculo de Economía (Cercle d’Economia), uno de los grandes lobbys económicos catalanes y españoles, el cargo de presidente se dilucidará en unas elecciones abiertas en contra de lo que ha sido práctica inveterada en la institución desde su fundación en 1958 hasta ahora, según la cual la junta directiva saliente cooptaba a su sucesora. Javier Faus, presidente saliente, no ha querido o no ha podido seguir con tal sistema, expresión de ese rezumado consenso que siempre guardó los intereses de la gente rica de la upper Diagonal, de modo que el próximo 12 de julio las candidaturas de Jaume Guardiola y de Rosa Cañadas medirán sus fuerzas por hacerse con el control de una institución de notable prestigio en el pasado pero muy venida a menos en el presente, como no podía ser de otro modo tratándose del club que, cobijo tradicional de la burguesía empresarial y financiera barcelonesa, ha resultado arrollada en los últimos tiempos por un proceso independentista con el que más que tontear ha compartido cama, un movimiento que ha devastado Cataluña hasta extremos difícilmente recuperables. Cataluña en el espejo del Círculo de Economía.

La candidatura de Guardiola, exconsejero delegado del Sabadell y figura de prestigio, definido por algunos como un «nacionalista convergente» que llega arropado por buena parte del empresariado nacionalista catalán, ha presentado tal número de avales que todo hace prever una cómoda victoria por su parte frente a una Cañadas, mujer de Carles Tusquets y muy vinculada a ese grupo y a La Caixa, que solo ha logrado los imprescindibles para poder concurrir. Conviene, no obstante, no dar la batalla por resuelta porque muchos de los socios de la institución han apoyado en secreto a ambas candidaturas, aspecto también definitorio o característico de esa burguesía barcelonesa, que no catalana (porque no existe), tan sobrada de miedos como carente de valores cívicos. El caso es que en el estrecho mundo de esas nobles gentes se ha desatado una guerra de nervios, una tormenta de wasaps, un goteo de cenas y reuniones discretas donde se conspira y se pide el apoyo para fulano o mengano, todo con sordina, todo con el eco amortiguador de esa virtud llamada prudencia que ha sido santo y seña de los de esa clase social.

Unas elecciones que tienen su importancia por el significado de la institución, por el historial de prestigio acumulado en el pasado, y por el momento que vive Cataluña. A pesar de los pesares. A pesar de un presente que se parece poco al pasado, con una última década en la que el Círculo ha renunciado a su condición de locomotora (admitiendo que estamos ante un lobby puro, lejos de la clasificación de «think tank» que distingue a su homónimo madrileño, el Círculo de Empresarios, un club privado que anualmente saca a la luz un número de «papers» de excelente factura sobre temas de actualidad), ha abdicado de su vocación de faro, ha borrado de su ideario y de su praxis cualquier atisbo de ideología liberal (palabra maldita, desaparecida del horizonte catalán y español) para confundirse en el paisaje gris de una sumisión al nacionalismo rampante, al nacionalismo y al socialismo del PSC, las dos caras de una moneda en la que se funden las aspiraciones de una clase política que desde hace lustros parte el bacalao en Cataluña en contra de los intereses de la mayoría social no nacionalista.

«Lo asombroso de las élites barcelonesas, con el Cercle a la cabeza, es que todavía no se atrevan a condenar a un movimiento que ha partido en dos la sociedad catalana y ha empobrecido Cataluña»

En los círculos de poder de Barcelona está haciendo mella la dureza del enfrentamiento, siempre soterrado, siempre al socaire de los vientos de unos medios de comunicación mayoritariamente controlados, si no comprados, entre Guardiola y Cañadas, entre el hombre tranquilo, que no levanta fobias, que acuna consensos, pero que no es un «grande» (un Lara, un Puig, un Carulla, un Rodés) y la fémina corajuda dispuesta a convertirse en la primera mujer que preside el Cercle; entre el candidato de la «nomenklatura» empresarial (que, casi de contrabando, incluye en su lista a la gallega Camino Quiroga, mujer de Tatxo Benet, socio de Jaume Roures) y la «outsider» a quien apoyan (en principio, vaya usted a saber) las «torres negras» de la Diagonal. Los programas de ambos hablan de acercar al socio a la toma de decisiones, de abrir la institución a la participación de las mujeres, de reorientar objetivos hacia las nuevas tecnologías de la información… Ambas, sin embargo, escurren el bulto a la hora de hincarle el diente al primer y principal problema que tiene postrada a Barcelona y Cataluña desde hace tiempo, que no es otro que el de un nacionalismo convertido en separatismo paralizante.

Lo asombroso de las élites barcelonesas, con el Cercle a la cabeza, es que todavía no se atrevan a condenar a un movimiento que ha partido en dos la sociedad catalana y ha empobrecido Cataluña, una ideología iliberal que dispone a su antojo del presupuesto y lo usa a su particular conveniencia, una opción política que hoy representa al 25,8% del censo electoral catalán o apenas el 18,6% de la población total de Cataluña (autonómicas de 14 de febrero de 2021). La deriva hacia la irrelevancia del Cercle tiene mucho que ver con su silencio culpable a la hora de denunciar el fracaso del «procés» y sus catastróficas consecuencias, pesada herencia de la que el Cercle y sus distinguidos socios se han hecho corresponsables con su silente aquiescencia. Lo normal en una sociedad democrática sana es que los candidatos a la presidencia hubieran expresado ya su rotunda condena a todo lo acontecido, proponiendo soluciones propias de cualquier democracia liberal, auspiciando una sociedad abierta, reclamando esa calidad democrática de la que carece Cataluña, exigiendo menos Estado (menos Generalitat) y más libertad, reivindicando más competencia, instando menos gasto público, menos subvenciones, y abjurando por siempre jamás del famoso 3% que denunció Maragall en su día. No lo harán porque son élites acobardadas ante la sola posibilidad de ser señaladas con el dedo por los prebostes de Junts, de ERC o del propio PSC, esa pequeña elite de burguesitos progres barceloneses que tanto provecho le han sacado al voto del emigrante pobre andaluz o murciano.

Todos son, en efecto, muy progres, todos muy socialdemócratas (¡Ay, Antón Costas!), y antes se dejarían cortar una mano que ser tachados de «españolistas», antes perderían parte de sus fortunas que ser identificados con el PPtodos se solazan en las reuniones anuales, en Sitges o en Barcelona, con el anodino Aragonès y el esbelto Sánchez, tan finos todos, tan elegantes, tan embadurnados de arriba abajo del mejunje nacionalista, que hasta Casado se avino a pedir disculpas por las cargas policiales del 1-O, y hasta Feijóo se creyó obligado a regalarles el oído hablando de «nacionalidades». Un Cercle cuya autoridad moral ha desaparecido tragada por el desagüe del silencio a la hora de condenar la dictadura xenófoba e identitaria del separatismo. Eso es lo que ha ido empequeñeciendo al Círculo de Economía, un club, por lo demás, a quien le acaba de salir un competidor que amenaza con poner en peligro su protagonismo como lobby económico por excelencia: el Foro de La Toja, en Galicia, donde en los dos últimos años se ha reunido ya lo más granado del empresariado y la política española. ¿Se atreverá Jaume Guardiola y/o Rosa Cañadas a denunciar lo que cualquier demócrata a fuer de liberal no dudaría en condenar? Si la respuesta es no, como parece inevitable, el Cercle d’Economia se irá empequeñeciendo y con él Barcelona y Cataluña entera, aunque sus socios seguirán siendo, eso sí, los amos del cortijo. A lo mejor siempre se trató de eso.  

¿Se atreverá Jaume Guardiola y/o Rosa Cañadas a denunciar lo que cualquier demócrata a fuer de liberal no dudaría en condenar? Si la respuesta es no, como parece inevitable, el Cercle d’Economia se irá empequeñeciendo y con él Barcelona y Cataluña entera

P.D. Mala semana la de Antonio. Una mala semana la tiene cualquiera, y esta ha sido muy mala para Antonio (Draghi dixit). Aquí se ha aludido con reiteración al riesgo de una crisis de deuda, lógica en un país que ha abdicado de cualquier rigor en la administración de sus finanzas públicas. Pero lo que muchos temían que pudiera producirse a lo largo de 2023 (que la CE le llamara al orden y le exigiera un plan de consolidación fiscal creíble), ha terminado por precipitarse mucho antes tras el recorte del programa de compra de deuda por el BCE y el anuncio de subida de tipos de interés. Pero no ha sido el BCE quien ha provocado el pánico, sino Su Excelencia Los Mercados. El bono español a 10 años llegó el miércoles a tocar el 3,20% cuando hace 6 meses estaba al 0,395%. Lo veremos a fin de año en el 4%.

Lo cual demuestra que cuando desaparece la red de seguridad del BCE, llega el mercado y dicta sentencia y dice que la situación de las cuentas públicas de países como España (Italia, por descontado) es insostenible y que si quieres financiación la tendrás que pagar más cara, si es que te la dan… Eso es lo que te está diciendo estos días la prima de riesgo, que te has dedicado a gastar como si no hubiera un mañana y que la situación de tus variables macro no tienen un pase. El BCE se reunió el miércoles de urgencia para anunciar un instrumento de socorro para los países del sur del que será necesario tirar durante años, pero que inevitablemente vendrá acompañado de condicionalidad para que sea aceptable por los frugales países ricos del norte: reformas estructurales y reducción de déficit y deuda. La madre del cordero español.

La situación no admite vuelta atrás. Volvemos a la casilla de salida de 2011, cuando Zapatero se vio obligado a cumplir las instrucciones de Trichet y recortar pensiones y sueldo de funcionarios. Listos para volver a vivir el «momento Zapatero». Es la consecuencia de votar a Gobiernos manirrotos, dispuestos a darle gusto al gatillo. El ajuste es inevitable. ¿Lo acometerá Antonio, emulando a Zapatero en su día? Seguro que nuestro pequeño sátrapa está buscando una salida de emergencia para no tener que comerse ese marrón. Él es muy capaz de cualquier cosa, incluso de convocar elecciones anticipadas para perderlas y dejarle a Feijóo que se entienda con lío tan morrocotudo. El margen del que dispone se estrecha cada día más, y hoy domingo podría quedar visto para sentencia en Andalucía. Cerrado el círculo. Se viene un otoño fino.

Artículo de Jesús Cacho publicado en Vozpópuli

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