Cuando se disuelve un Parlamento, siempre se abre un periodo electoral. Siempre. Pero lo que hay ahora mismo en Cataluña es un Parlamento disuelto, un presidente en funciones que pretende perpetuarse en el limbo hasta que las cuentas salgan, y un gobierno sin control. Lo cual, si bien viene siendo práctica habitual desde 2017, queda ahora en mayor evidencia que nunca.