Pero, ¿cómo se traducía esa sonriente revolución para los que no claudicábamos con la imposición ideológica e identitaria? La respuesta a esta pregunta creo que podría ejemplificarse con un episodio personal. A través de una colaboradora recibí la petición de reunión por parte de unos agentes de policía, como es lógico, acepté y nos vimos una mañana, eran dos agentes encargados de la seguridad y escolta de personas. Lo que me dijeron, básicamente, es que el ministerio me había situado entre las veinte personas que estábamos expuestos a algún tipo de agresión o, incluso, atentado, pero que no me preocupase porque ellos se encargarían de mi seguridad…