La elección como presidente regional de Alejandro Fernández, uno de los políticos más sólidos intelectualmente y más elocuentes del panorama nacional, había despertado expectativas positivas que con el tiempo se han visto frustradas. Sea por errores propios o inercias del pasado, lo cierto es que el PP de Cataluña ha continuado aquejado por los problemas de siempre: la endogamia, la incapacidad para atraer talento y renovarse, la escasa presencia social, la división en clanes y camarillas… Y el más grave de todos: la sumisión a una dirección nacional que no ha acabado nunca de entender lo que está en juego en Cataluña.